ANIBAL TORRES.
La permanente inestabilidad política se debe a que el Ejecutivo y el Legislativo, cada uno, se creen el primer poder del Estado. Para acabar con esta anómala situación que impide al país emprender su desarrollo, hay que terminar con el régimen presidencial de gobierno y crear un Poder Ejecutivo dual, con un Jefe de Estado y un Jefe de Gobierno , como el que existe, por ejemplo, en Inglaterra, Francia, Alemania, España.
La Constitución establece un Régimen Presidencial muy poderoso. El Presidente es el Jefe de Estado, personifica a la Nación, goza de inmunidad, nombra y remueve a los ministros, carece de responsabilidad política, legisla mediante Decretos de Urgencia y Decretos legislativos, reglamenta las leyes, puede vetar leyes, tiene iniciativa legislativa, dirige la política general, administra la hacienda pública, dispone el empleo de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional, puede disolver el Congreso, entre otros poderes.
El poder del Presidente se asemeja al de un monarca absoluto. Esto se debe a la estructura monista del Ejecutivo: El Presidente es Jefe de Estado y Jefe de Gobierno. Contribuyen a ello: el caudillismo militar y civil que se suceden en el ejercicio del poder; la falta de cultura política del pueblo que conduce al poder o permite la permanencia en él de individuos no aptos para gobernar y, en ocasiones, a verdaderos saqueadores de las arcas del Estado; el deterioro moral de la ciudadanía que reelige a gobernantes sobre la base de que "ha robado pero ha hecho obra"; la crisis de los partidos políticos, los mismos que no son el sustento de la democracia, porque en su seno no existe democracia interna, sino un conjunto de personas agrupadas en torno a un caudillo considerado como predestinado para gobernar; el crecimiento de la pobreza que determina que el ciudadano en épocas de elecciones emita su voto no con la razón sino con el estomago; las alianzas del Presidente con centros de intereses particulares o con las fuerzas militares para instaurar gobiernos autoritarios de corte dictatorial; entre otros factores.
La elección de una sola persona como Presidente de la República, por un largo período de cinco años, con poderes casi ilimitados, le confiere un protagonismo y predominio que hace que el equilibrio de poderes sea una mera utopía.
Por siempre hemos tenido la forma presidencial de gobierno y por siempre hemos fracasado sin aprender la lección. Copiamos el presidencialismo de Estados Unidos, concentrando casi todo el poder en una sola persona con pocos controles. Sabemos que el régimen presidencial de gobierno origina permanentemente inestabilidad política, con repercusiones morales, sociales y económicas, pero permanecemos cruzados de brazos en más de 180 años de vida republicana, sin atrevernos a extirpar de raíz a una de las causas de nuestros males: el presidencialismo.
Los propietarios de los partidos políticos y sus allegados más cercanos dentro de los partidos, defienden el sistema presidencial porque temen perder la oportunidad de acceder a la Presidencia de la República y adueñarse del Perú por cinco largos años.
Algunos sostienen que no podemos cambiar el sistema presidencial porque en el Perú carecemos de partidos políticos sólidos y de cultura política y democrática, sin advertir que estas alegaciones son propias de las autocracias, no de las democracias. Nada justifica que por falta de cultura política y democrática o de partidos políticos fuertes, estemos obligados a otorgarle todo el poder a un autócrata llamado Presidente.
La experiencia vivida durante toda nuestra vida republicana, nos dice que el presidencialismo en el Perú significa la negación de la democracia, entendida como el gobierno de las mayorías con participación de las minorías, en mutua colaboración y consenso de todas las fuerzas políticas, rechazando la tiranía del número, o sea del partido o partidos mayoritarios, a fin de que se realice el bien común.
No podemos continuar con los enfrentamientos entre Ejecutivo y Legislativo. No es admisible el predominio ni del Ejecutivo ni del Legislativo, porque ello conduce a la ingobernabilidad. El Ejecutivo debe gobernar, no legislar y el Congreso debe legislar, no gobernar. El Ejecutivo no puede menospreciar al Legislativo ni éste puede obstaculizar o frenar la gestión administrativa del Ejecutivo. Ambos poderes deben colaborar y coordinar acciones en función del interés general que está por encima de ellos y del propio Estado.
Tan malo es el sistema presidencial de gobierno para el Perú que hasta sus propios defensores, los que aconsejaron y apoyaron al Presidente Toledo en todo lo que no debió hacer, ahora proponen la conformación de un gabinete conversado con Toledo a un lado , es decir, que el que gobierna sea el Premier, no el Presidente. Quieren imponer este sistema no por la vía del Derecho sino de hecho, rompiendo el orden constitucional. Eso se llama golpe de Estado. Pero esto no es novedad, siempre actúan así, porque para ellos el Estado de Derecho sólo es bueno cuando conviene a sus intereses, en caso contrario violan la Constitución y la ley cuando quieren y como quieren, con tal de no perder los beneficios que les proporciona el Estado inmerecidamente.
Terminemos con el presidencialismo para contar con la estabilidad política que necesitamos para emprender nuestro desarrollo. Pero no por las vías de hecho como lo quieren algunos, sino mediante una Asamblea Constituyente que, acorde con la voluntad del pueblo que exige estabilidad política, establezca un sistema semipresidencial o parlamentario, con la creación de un Poder Ejecutivo dual, en el que el Jefe de Estado , elegido por el pueblo, represente a la nación y el Jefe de Gobierno , designado por el Jefe de Estado con la aprobación del parlamento, se encargue del gobierno del país. El jefe de Estado y el Parlamento, ambos responsables del nombramiento del Jefe de Gobierno , contribuirán para que éste tenga éxito en la determinación y conducción de la política de la nación, poniendo fin a los enfrentamientos entre Ejecutivo y Legislativo.
La permanente inestabilidad política se debe a que el Ejecutivo y el Legislativo, cada uno, se creen el primer poder del Estado. Para acabar con esta anómala situación que impide al país emprender su desarrollo, hay que terminar con el régimen presidencial de gobierno y crear un Poder Ejecutivo dual, con un Jefe de Estado y un Jefe de Gobierno , como el que existe, por ejemplo, en Inglaterra, Francia, Alemania, España.
La Constitución establece un Régimen Presidencial muy poderoso. El Presidente es el Jefe de Estado, personifica a la Nación, goza de inmunidad, nombra y remueve a los ministros, carece de responsabilidad política, legisla mediante Decretos de Urgencia y Decretos legislativos, reglamenta las leyes, puede vetar leyes, tiene iniciativa legislativa, dirige la política general, administra la hacienda pública, dispone el empleo de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional, puede disolver el Congreso, entre otros poderes.
El poder del Presidente se asemeja al de un monarca absoluto. Esto se debe a la estructura monista del Ejecutivo: El Presidente es Jefe de Estado y Jefe de Gobierno. Contribuyen a ello: el caudillismo militar y civil que se suceden en el ejercicio del poder; la falta de cultura política del pueblo que conduce al poder o permite la permanencia en él de individuos no aptos para gobernar y, en ocasiones, a verdaderos saqueadores de las arcas del Estado; el deterioro moral de la ciudadanía que reelige a gobernantes sobre la base de que "ha robado pero ha hecho obra"; la crisis de los partidos políticos, los mismos que no son el sustento de la democracia, porque en su seno no existe democracia interna, sino un conjunto de personas agrupadas en torno a un caudillo considerado como predestinado para gobernar; el crecimiento de la pobreza que determina que el ciudadano en épocas de elecciones emita su voto no con la razón sino con el estomago; las alianzas del Presidente con centros de intereses particulares o con las fuerzas militares para instaurar gobiernos autoritarios de corte dictatorial; entre otros factores.
La elección de una sola persona como Presidente de la República, por un largo período de cinco años, con poderes casi ilimitados, le confiere un protagonismo y predominio que hace que el equilibrio de poderes sea una mera utopía.
Por siempre hemos tenido la forma presidencial de gobierno y por siempre hemos fracasado sin aprender la lección. Copiamos el presidencialismo de Estados Unidos, concentrando casi todo el poder en una sola persona con pocos controles. Sabemos que el régimen presidencial de gobierno origina permanentemente inestabilidad política, con repercusiones morales, sociales y económicas, pero permanecemos cruzados de brazos en más de 180 años de vida republicana, sin atrevernos a extirpar de raíz a una de las causas de nuestros males: el presidencialismo.
Los propietarios de los partidos políticos y sus allegados más cercanos dentro de los partidos, defienden el sistema presidencial porque temen perder la oportunidad de acceder a la Presidencia de la República y adueñarse del Perú por cinco largos años.
Algunos sostienen que no podemos cambiar el sistema presidencial porque en el Perú carecemos de partidos políticos sólidos y de cultura política y democrática, sin advertir que estas alegaciones son propias de las autocracias, no de las democracias. Nada justifica que por falta de cultura política y democrática o de partidos políticos fuertes, estemos obligados a otorgarle todo el poder a un autócrata llamado Presidente.
La experiencia vivida durante toda nuestra vida republicana, nos dice que el presidencialismo en el Perú significa la negación de la democracia, entendida como el gobierno de las mayorías con participación de las minorías, en mutua colaboración y consenso de todas las fuerzas políticas, rechazando la tiranía del número, o sea del partido o partidos mayoritarios, a fin de que se realice el bien común.
No podemos continuar con los enfrentamientos entre Ejecutivo y Legislativo. No es admisible el predominio ni del Ejecutivo ni del Legislativo, porque ello conduce a la ingobernabilidad. El Ejecutivo debe gobernar, no legislar y el Congreso debe legislar, no gobernar. El Ejecutivo no puede menospreciar al Legislativo ni éste puede obstaculizar o frenar la gestión administrativa del Ejecutivo. Ambos poderes deben colaborar y coordinar acciones en función del interés general que está por encima de ellos y del propio Estado.
Tan malo es el sistema presidencial de gobierno para el Perú que hasta sus propios defensores, los que aconsejaron y apoyaron al Presidente Toledo en todo lo que no debió hacer, ahora proponen la conformación de un gabinete conversado con Toledo a un lado , es decir, que el que gobierna sea el Premier, no el Presidente. Quieren imponer este sistema no por la vía del Derecho sino de hecho, rompiendo el orden constitucional. Eso se llama golpe de Estado. Pero esto no es novedad, siempre actúan así, porque para ellos el Estado de Derecho sólo es bueno cuando conviene a sus intereses, en caso contrario violan la Constitución y la ley cuando quieren y como quieren, con tal de no perder los beneficios que les proporciona el Estado inmerecidamente.
Terminemos con el presidencialismo para contar con la estabilidad política que necesitamos para emprender nuestro desarrollo. Pero no por las vías de hecho como lo quieren algunos, sino mediante una Asamblea Constituyente que, acorde con la voluntad del pueblo que exige estabilidad política, establezca un sistema semipresidencial o parlamentario, con la creación de un Poder Ejecutivo dual, en el que el Jefe de Estado , elegido por el pueblo, represente a la nación y el Jefe de Gobierno , designado por el Jefe de Estado con la aprobación del parlamento, se encargue del gobierno del país. El jefe de Estado y el Parlamento, ambos responsables del nombramiento del Jefe de Gobierno , contribuirán para que éste tenga éxito en la determinación y conducción de la política de la nación, poniendo fin a los enfrentamientos entre Ejecutivo y Legislativo.
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