miércoles, 8 de julio de 2009

Hay golpes en la vida

CRÓNICA. LA DEMOCRACIA EN APRIETOS
Latinoamérica se conmovió al presenciar una escena que creía sepultada en su historia: el presidente de Honduras fue derrocado. ¿Es posible justificar un zarpazo a la democracia?
La Casa de Gobierno nunca fue un lugar seguro en el Perú. Su primer inquilino, el conquistador Francisco Pizarro, fue derrocado ahí en 1541. Una turba de seguidores de su antiguo socio, Diego de Almagro, lo abatió a espada limpia en su propia residencia.
La historia peruana, la reciente y la que aparece en los libros de escuela, está llena de episodios como aquel: derrocamientos crueles, conspiraciones develadas, represiones brutales y, sobre todo, golpes de Estado.
El general Agustín Gamarra tiene el récord de haber sofocado 17 levantamientos durante su gobierno (1829-1833). Ciertamente, la inestabilidad de esos años puede achacarse a la incipiente formación de la República peruana.
Pero dicen que en el próspero Tahuantinsuyo de Pachacútec sucedió uno de los primeros intentos golpistas que conoce la historia oral del Perú: la sublevación de Ollanta. Sin embargo, su motivación no supo de izquierdas ni de derechas, de comunismo ni de fascismo. Tuvo una razón tan genuina como el amor de la hija de Inca, Cusi Coyllur.
LA ERA DE LOS TANQUESPero en épocas más recientes, ya no es el amor el combustible que empuja los tanques hacia las puertas de las residencias presidenciales; tampoco es ese el motivo que impulsa a los generales a sacar de sus casas a los dignatarios, sin medias y en ropa de dormir.
Y aunque varias veces las intentonas golpistas solo son propiciadas por innobles apetitos de poder, suelen llevar ominosos disfraces retóricos: salvar al país de la amenaza comunista, acabar con el régimen entreguista, o —paradójicamente— defender el orden constitucional.
Esto es lo que ocurrió hace una semana en Honduras. El jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, general Romeo Vásquez Velásquez, decidió poner fin al gobierno del presidente Manuel Zelaya Rosales y a sus supuestos intentos reeleccionistas. Pero , ¿era Zelaya acaso un dictador en potencia? La respuesta se la llevó el golpe de Estado.
Sin embargo, en el Perú de 1992, el destino prefirió guardar su veredicto. El 5 de abril de ese año, el presidente Alberto Fujimori acabó con todos los signos vitales de la democracia.
Siete meses después, con conocimiento de líderes apristas y de izquierda, un grupo de militares intentó cortar de raíz el proyecto autoritario de Fujimori. Pero fracasó, y el general (r) Jaime Salinas Sedó tuvo que llevar a cuestas un calificativo colocado con injuria sobre su reputación: cabecilla de la intentona golpista del 13 de noviembre.
Y aunque fue sentenciado y luego amnistiado durante el decenio fujimorista, soportó durante esos años que se le descalificara con simulación. Solo el 2 de diciembre del 2004, el Congreso de la República restituyó todos sus derechos, porque aunque golpe es golpe, hay quienes piensan que unos son golpes de Estado y otros los que da la vida.
PARA RECORDAROcho golpes en el último sigloIniciando el siglo XX En febrero de 1914, Óscar Benavides Larrea encabezó el golpe contra el presidente Guillermo Billinghurst.
Nace una dictaduraAugusto Leguía derrocó a José Pardo y Barreda. Se hizo nombrar presidente en octubre de 1919.
Golpe para malAnte el levantamiento de Luis Sánchez Cerro (agosto de 1930), Leguía renuncia. Pero Sánchez Cerro, de todos modos, da un golpe de Estado.
El ochenioEn 1948, Manuel Odría derroca al presidente José Luis Bustamante y Rivero.
Que no entre el ApraA poco de concluir el gobierno de Manuel Prado y Ugarteche, se produce otro golpe de Estado militar en 1962.
Años de dictaduraEl 3 de octubre de 1968, el general Juan Velasco Alvarado derrocó al presidente Fernando Belaunde Terry.
El relevoEn agosto de 1975, el general Francisco Morales Bermúdez releva a Juan Velasco.
El “autogolpe”El 5 de abril de 1992, el presidente Alberto Fujimori quiebra el orden constitucional.

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