domingo, 26 de julio de 2009

En estas fiestas, frente al complot internacional ¡viva el Perú!


La explicación oficial sobre los numerosos e intensos conflictos sociales que se están produciendo en el país sigue siendo la existencia de un complot internacional contra el Perú y el régimen democrático, que tendría aliados nacionales.
Tras el conflicto estarían quienes con levantamientos sociales quisieran repetir lo de Bolivia y Ecuador, ahora respaldados por Chávez; y también países limítrofes que por miedo a nuestro crecimiento económico no les conviene que desarrollemos nuestros recursos.
Un discurso que nuestro Presidente se tomó la molestia de poner por escrito a través de un artículo que decidió publicar —para que quede bien claro el mensaje— en un periódico sin duda ejemplar por su calidad periodística, de estilo y compromiso democrático: Expreso.
Lo primero que habría que decir a modo de declaración de principios es que si creyéramos en esta hipótesis del complot, estamos seguros de que la gran mayoría de quienes somos críticos del Gobierno cambiaríamos de posición, porque jamás quisiéramos que nos pase lo de Bolivia y Ecuador, y nos parece indefendible lo que Chávez hace dentro y fuera de su país.Pero ¿dónde están las pruebas del complot? Es absurdo decir que la prueba es esa gran cantidad de conflictos sociales. Los conflictos se explicarían por el complot, y el complot por los conflictos; ni Cantinflas, en sus mejores épocas.
¿Tan raro nos puede parecer que en el Perú haya conflictos sociales y discursos radicales, que solo nos queda recurrir a la idea de un complot internacional como explicación?La lógica, por más simple, trillada e izquierdosa que les pueda parecer a algunos, debe ser la contraria: en un país con los niveles de pobreza, desigualdad y exclusión como el Perú, no es para nada rara la existencia de conflictos sociales, ni la de grupos y discursos radicales.
Más aun si venimos de varios años de un sostenido y sin precedentes crecimiento económico, hecho muy positivo en sí mismo pero, contra lo que ofreció García en su campaña, los beneficios de ese crecimiento no se han dedicado en un porcentaje significativo a mejorar las condiciones económicas en las zonas rurales de la sierra y la selva, o a educación, salud o reformas institucionales.Un sinnúmero de analistas de las más diversas posiciones advirtieron desde el comienzo lo peligroso que resultaba decidir ser —en un medio como el nuestro— un gobierno de ultraderecha (término que incluso había desaparecido de nuestra política). ¿No fue acaso ésta la advertencia que muchos hicieron una y mil veces?
Los conflictos sociales que se están produciendo en el país, como los de Bagua, responden pues a esa factura histórica que hemos acumulado, y a que de vez en cuando hay quienes, como es normal, exigen su pago o por lo menos su reducción; y a esa factura se ha superpuesto una coyuntural por haber vuelto a excluir a los más necesitados de los beneficios de varios años de crecimiento económico.Una realidad deplorable desde el punto de vista de la responsabilidad moral y social, y muy explosiva obviamente desde una perspectiva práctica.
¿O no ha sido una irresponsable provocación el aprobar decretos sobre la selva inconstitucionales, casi de manera clandestina, sin permitir que la población que de todas maneras iba a ser afectada hiciera uso de su derecho o por lo menos opine, y todo acompañado de mentiras, maniobras, insultos y, al final, mano dura y violencia?
Nadie niega que en el país existen grupos ultras que deben de estar buscando jalar agua para su molino con estrategias antidemocráticas e irresponsables vinculadas a intereses de otros países. Pero decir que estos grupos tienen la capacidad de generar lo que está sucediendo y de manipular a la población revela una distorsión del diagnóstico, lo que puede llevar a tomar —sin querer queriendo— medidas equivocadas.
Ahora, también es preciso considerar, con la misma preocupación, que hay otro tipo de radicalismo: el de los ultraconservadores, con una visión muy estrecha y anticuada del Perú, y que lo único que quieren es imponer sus poderosos intereses económicos, políticos e ideológicos a como dé lugar. Para ellos cualquier consulta, diálogo, resolución pacífica o política de inclusión equivale a “bajarse los pantalones”.
Así están las cosas en estas Fiestas Patrias, en las que el segundo Gobierno aprista cumple tres de sus cinco años. Y creemos que sí hay una relación entre las prioridades y estilos adoptados por García y sus aliados (comenzando por los fujimoristas), y conflictos como el de Bagua. De ahí que ésos sean los dos temas principales de esta edición.

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