La posibilidad de que el Perú reedite una versión más de la desgastada y nefasta institución de la reelección presidencial inmediata ha quedado totalmente descartada tras la última encuesta nacional de El Comercio. Y es que el sondeo, realizado por Ipsos Apoyo Opinión y Mercado S.A. en 16 ciudades representativas del país, ha revelado que el rechazo de la población a cualquier iniciativa reeleccionista es generalizado, sea que se trate de la máxima autoridad del gobierno nacional, regional o municipal.
Esta repulsa ciudadana responde, sin duda, a la reciente declaración del congresista aprista y presidente de la Comisión de Constitución, José Vargas, quien opinó a favor de la reelección de Alan García. Globo de ensayo o desafortunada iniciativa, lo cierto es que logró desviar y entretener la atención en la coyuntura política bastante cargada, aunque luego fue desestimada por la bancada oficialista y ahora por la opinión pública.
Probablemente, se ha recordado que ya en el primer gobierno de Alan García, el diputado Héctor Marisca —de las filas de Code y luego independiente— propuso sin éxito la reelección del mandatario.
Qué decir de las reminiscencias calamitosas del fujimontesinismo que logró modificar la Constitución para instaurar la reelección inmediata, la misma que permitió a Alberto Fujimori acceder al poder hasta en dos oportunidades, como analiza hoy en esta misma página el destacado jurista Juan Chávez Molina.
Como todos saben, la Constitución del Estado contempla desde el 2000: “El mandato presidencial es de cinco años, no hay reelección inmediata. Transcurrido otro período constitucional, como mínimo, el ex presidente puede volver a postular, sujeto a las mismas condiciones”.
Desde entonces, los peruanos no han querido —y según la encuesta en mención, tampoco quieren— “regresionar” en este terreno y más bien prefieren apostar por la alternancia en el poder de sus principales autoridades, lo cual es un avance. En principio, porque nos distingue de otros países de la región, donde la reelección, como reflexionó recientemente el escritor Mario Vargas Llosa, parece haberse convertido en “un deporte latinoamericano”. Se trata de una mala práctica ejercitada por mandatarios autócratas o por presidentes, generalmente muy populares, que se denominan demócratas, aunque cuando llegan al poder cambian las reglas de juego para poder ser reelegidos y entornillarse en el gobierno.
La incompatibilidad de la reelección con la cultura democrática es, pues, ostensible, y aquellos líderes que respetan el Estado de derecho saben que no pueden caer en esa tentación porque nada lo justifica, ni siquiera la propensión de algunos mandatarios a creer que deben reelegirse porque el pueblo se los demanda.
Además, la experiencia ha demostrado que el fenómeno depende de la cultura política de cada sociedad. Y, por ello, en América Latina, la reelección siempre ha sido el camino más fácil y más corto hacia los caudillismos, autoritarismos y populismos, hacia la alteración total del sistema democrático.
La tarea de las autoridades nacionales, regionales y municipales es dar el ejemplo y cerrar las puertas a ese virus reeleccionista que lo invade todo, incluyendo las dirigencias deportivas.
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