VIDA & FUTURO
No seríamos los únicos seres vivos del universo
“Viaje a las estrellas” ha resucitado en una nueva película con sus antiguos personajes encarnados por nuevos actores. Más que de ciencia ficción, se trata de ficción con poca ciencia, pero muy entretenida, que inevitablemente plantea la siguiente cuestión: ¿hay vida extraterrestre? Esta antigua pregunta ha ido tomando mayor vigencia a medida que los medios de observación han mejorado su capacidad para ver las dimensiones del universo. La respuesta requiere una calificación previa.
LOS REQUISITOSCuando hablamos de vida, nos referimos a ella tal como la conocemos: una vida orgánica, de complejas moléculas (proteínas) basadas en el carbono combinado con otros elementos (hidrógeno, oxígeno, sodio, potasio, azufre, fósforo, etc.). La vida que conocemos se reproduce y evoluciona. Para que todo esto suceda se requieren diversos elementos, agua y temperaturas en las cuales esta se mantiene líquida. Además, se requiere de una fuente de energía, en nuestro caso el Sol, y una masa cuya gravedad no permita que la atmósfera se escape ni la vida se aplaste.
Estos requisitos suponen un planeta de determinado tamaño, con los elementos necesarios y a cierta distancia de una estrella radiante. Para hacerlo más sencillo, la vida tal como la conocemos requiere un planeta como el nuestro, a una distancia de aproximadamente 150 millones de kilómetros de una estrella del tamaño del Sol. En otras palabras, un sistema similar al sistema solar. Esto supone también un origen similar, con los elementos (átomos) necesarios para las complejas moléculas de proteínas y ácidos nucleicos que forman la vida en la Tierra. Veamos qué probabilidades hay de que esto exista.
LAS PROBABILIDADESNuestra galaxia, la Vía Láctea, tiene doscientos mil millones de estrellas, una cifra con once ceros. Siendo el Sol una estrella promedio, bastante común, debe de haber decenas de miles de millones de estrellas semejantes, pero vamos a ser conservadores en nuestro estimado de probabilidades y supongamos que solo el 1% (una centésima parte) tiene planetas. Para esto le quitamos dos ceros y nos quedan nueve. De estos 2.000 millones supongamos que solo el 1% tiene un planeta del tamaño de la Tierra, le quitamos dos ceros más y nos quedan 20 millones.
Seguimos siendo conservadores y consideramos que solo el 1% de estos planetas está a la distancia adecuada, ahora nos quedarían solo 200 mil planetas similares a la Tierra a una distancia adecuada para la vida. De estas digamos que solamente el 1% tiene agua; quitamos dos ceros más y nos quedan solo 2 mil. Para ser más exigentes, añadamos una atmósfera, que existe solo en el 1% de los planetas que cumplen los demás requisitos. Quitamos dos ceros y quedan solo 20 planetas.
Además de conservadores, seamos pesimistas y pensemos que, a pesar de cumplir con todos los requisitos, en ninguno de estos 20 planetas ha surgido la vida. Mala suerte y, en un acto de soberbia, afirmemos que somos el único planeta con vida en nuestra galaxia. En mi opinión esto es poco probable, pero aceptémoslo y sigamos.
Nos hemos quedado con 20 planetas similares a la Tierra, pero sin vida. Ahora consideremos que alrededor nuestro, en el “barrio” del universo donde está nuestra galaxia, hay más de mil millones de galaxias similares y al número de planetas aptos para la vida (20) tenemos que añadirle nueve ceros.
Así, aun con las bajísimas probabilidades que le hemos asignado a la vida en nuestra galaxia, si consideramos el número de galaxias que captan nuestros telescopios, hay 20.000 millones de planetas que cumplen con los requisitos para la existencia de la vida tal como la conocemos.
LA EVOLUCIÓNEs improbable, en mi opinión, que con 20.000 millones de planetas similares a la Tierra con todos los requisitos necesarios no haya surgido la vida tal como la conocemos. Además, las condiciones similares suponen una formación y duración también similares. En otras palabras, la existencia de planetas como la que hemos descrito supone sistemas solares similares al nuestro. En ellos los planetas duran más de 4.500 millones de años, lo que permitiría que la vida evolucione. En la Tierra tenemos constancia de esa evolución que partió de organismos primitivos hace miles de millones de años y se aceleró hace 600 millones.
La evolución ha dado lugar a organismos cada vez más complejos hasta llegar a lo que llamamos vida inteligente. No existe una definición satisfactoria de inteligencia, pero todos estamos de acuerdo con que los organismos superiores de la Tierra tienen inteligencia. Entre ellos estamos nosotros y hemos desarrollado la posibilidad de comunicarnos a distancia. Lo más probable es que, en algunos de los 20.000 millones de planetas que cumplen con los requisitos, la evolución haya seguido un curso similar al de la Tierra y haya producido vida inteligente con capacidad de comunicarse a distancia.
EL PROBLEMADe acuerdo con la lógica, en el universo deben de existir muchas formas de vida que han evolucionado al nivel de lo que llamamos civilización y desarrollado la capacidad de comunicarse a distancia. Lo más probable es que algunas civilizaciones hayan durado más que la nuestra y sus tecnologías sean superiores. Desgraciadamente hay un impedimento para que podamos comunicarnos con ellas, y es que, hasta donde sabemos, las leyes de la física rigen en todo el universo y hay una velocidad máxima a la cual puede viajar un mensaje.
A 300.000 km por segundo toma mucho tiempo al mensaje viajar por el universo*. Para contactar a una civilización en nuestra galaxia vecina, Andrómeda, tendríamos que haber enviado un mensaje hace dos millones de años. Los andromedanos, más hábiles que nosotros, lo descifrarían de inmediato y nos estarían mandando la respuesta hoy mismo, la que nos llegaría dentro de dos millones de años. Esto no impide que otras civilizaciones, como ya lo ha hecho la nuestra, hayan enviado mensajes al espacio, los que tras millones de años es posible —aunque poco probable, dada la baja densidad del universo— lleguen a otra civilización. Es por esto que en la Tierra se ha creado SETI** (siglas en inglés de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre).
SETI escucha el espacio y espera en algún momento recibir lo que el Dr. Jorge Heraud*** llama “un mensaje fósil”, enviado hace millones de años por alguna civilización que probablemente ya no existe. Aún no lo hemos recibido y es poco probable que lo recibamos, pero estoy seguro de que en algún lugar del universo alguien —probablemente más de uno— ya lo ha enviado. También es probable que, si algún día llega aquí, ya no habrá nadie que lo reciba.
Para superar este problema, la nave Enterprise tiene una sistema llamado “warp” que ignora las leyes de la física, supera la velocidad de la luz y permite visitar Vulcano.
SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence) es una organización internacional que cuenta con la colaboración de miles de aficionados que analizan las señales captadas por los radiotelescopios.
El mensaje fósil estaría guardado en una web o un blog galáctico.
No seríamos los únicos seres vivos del universo
“Viaje a las estrellas” ha resucitado en una nueva película con sus antiguos personajes encarnados por nuevos actores. Más que de ciencia ficción, se trata de ficción con poca ciencia, pero muy entretenida, que inevitablemente plantea la siguiente cuestión: ¿hay vida extraterrestre? Esta antigua pregunta ha ido tomando mayor vigencia a medida que los medios de observación han mejorado su capacidad para ver las dimensiones del universo. La respuesta requiere una calificación previa.
LOS REQUISITOSCuando hablamos de vida, nos referimos a ella tal como la conocemos: una vida orgánica, de complejas moléculas (proteínas) basadas en el carbono combinado con otros elementos (hidrógeno, oxígeno, sodio, potasio, azufre, fósforo, etc.). La vida que conocemos se reproduce y evoluciona. Para que todo esto suceda se requieren diversos elementos, agua y temperaturas en las cuales esta se mantiene líquida. Además, se requiere de una fuente de energía, en nuestro caso el Sol, y una masa cuya gravedad no permita que la atmósfera se escape ni la vida se aplaste.
Estos requisitos suponen un planeta de determinado tamaño, con los elementos necesarios y a cierta distancia de una estrella radiante. Para hacerlo más sencillo, la vida tal como la conocemos requiere un planeta como el nuestro, a una distancia de aproximadamente 150 millones de kilómetros de una estrella del tamaño del Sol. En otras palabras, un sistema similar al sistema solar. Esto supone también un origen similar, con los elementos (átomos) necesarios para las complejas moléculas de proteínas y ácidos nucleicos que forman la vida en la Tierra. Veamos qué probabilidades hay de que esto exista.
LAS PROBABILIDADESNuestra galaxia, la Vía Láctea, tiene doscientos mil millones de estrellas, una cifra con once ceros. Siendo el Sol una estrella promedio, bastante común, debe de haber decenas de miles de millones de estrellas semejantes, pero vamos a ser conservadores en nuestro estimado de probabilidades y supongamos que solo el 1% (una centésima parte) tiene planetas. Para esto le quitamos dos ceros y nos quedan nueve. De estos 2.000 millones supongamos que solo el 1% tiene un planeta del tamaño de la Tierra, le quitamos dos ceros más y nos quedan 20 millones.
Seguimos siendo conservadores y consideramos que solo el 1% de estos planetas está a la distancia adecuada, ahora nos quedarían solo 200 mil planetas similares a la Tierra a una distancia adecuada para la vida. De estas digamos que solamente el 1% tiene agua; quitamos dos ceros más y nos quedan solo 2 mil. Para ser más exigentes, añadamos una atmósfera, que existe solo en el 1% de los planetas que cumplen los demás requisitos. Quitamos dos ceros y quedan solo 20 planetas.
Además de conservadores, seamos pesimistas y pensemos que, a pesar de cumplir con todos los requisitos, en ninguno de estos 20 planetas ha surgido la vida. Mala suerte y, en un acto de soberbia, afirmemos que somos el único planeta con vida en nuestra galaxia. En mi opinión esto es poco probable, pero aceptémoslo y sigamos.
Nos hemos quedado con 20 planetas similares a la Tierra, pero sin vida. Ahora consideremos que alrededor nuestro, en el “barrio” del universo donde está nuestra galaxia, hay más de mil millones de galaxias similares y al número de planetas aptos para la vida (20) tenemos que añadirle nueve ceros.
Así, aun con las bajísimas probabilidades que le hemos asignado a la vida en nuestra galaxia, si consideramos el número de galaxias que captan nuestros telescopios, hay 20.000 millones de planetas que cumplen con los requisitos para la existencia de la vida tal como la conocemos.
LA EVOLUCIÓNEs improbable, en mi opinión, que con 20.000 millones de planetas similares a la Tierra con todos los requisitos necesarios no haya surgido la vida tal como la conocemos. Además, las condiciones similares suponen una formación y duración también similares. En otras palabras, la existencia de planetas como la que hemos descrito supone sistemas solares similares al nuestro. En ellos los planetas duran más de 4.500 millones de años, lo que permitiría que la vida evolucione. En la Tierra tenemos constancia de esa evolución que partió de organismos primitivos hace miles de millones de años y se aceleró hace 600 millones.
La evolución ha dado lugar a organismos cada vez más complejos hasta llegar a lo que llamamos vida inteligente. No existe una definición satisfactoria de inteligencia, pero todos estamos de acuerdo con que los organismos superiores de la Tierra tienen inteligencia. Entre ellos estamos nosotros y hemos desarrollado la posibilidad de comunicarnos a distancia. Lo más probable es que, en algunos de los 20.000 millones de planetas que cumplen con los requisitos, la evolución haya seguido un curso similar al de la Tierra y haya producido vida inteligente con capacidad de comunicarse a distancia.
EL PROBLEMADe acuerdo con la lógica, en el universo deben de existir muchas formas de vida que han evolucionado al nivel de lo que llamamos civilización y desarrollado la capacidad de comunicarse a distancia. Lo más probable es que algunas civilizaciones hayan durado más que la nuestra y sus tecnologías sean superiores. Desgraciadamente hay un impedimento para que podamos comunicarnos con ellas, y es que, hasta donde sabemos, las leyes de la física rigen en todo el universo y hay una velocidad máxima a la cual puede viajar un mensaje.
A 300.000 km por segundo toma mucho tiempo al mensaje viajar por el universo*. Para contactar a una civilización en nuestra galaxia vecina, Andrómeda, tendríamos que haber enviado un mensaje hace dos millones de años. Los andromedanos, más hábiles que nosotros, lo descifrarían de inmediato y nos estarían mandando la respuesta hoy mismo, la que nos llegaría dentro de dos millones de años. Esto no impide que otras civilizaciones, como ya lo ha hecho la nuestra, hayan enviado mensajes al espacio, los que tras millones de años es posible —aunque poco probable, dada la baja densidad del universo— lleguen a otra civilización. Es por esto que en la Tierra se ha creado SETI** (siglas en inglés de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre).
SETI escucha el espacio y espera en algún momento recibir lo que el Dr. Jorge Heraud*** llama “un mensaje fósil”, enviado hace millones de años por alguna civilización que probablemente ya no existe. Aún no lo hemos recibido y es poco probable que lo recibamos, pero estoy seguro de que en algún lugar del universo alguien —probablemente más de uno— ya lo ha enviado. También es probable que, si algún día llega aquí, ya no habrá nadie que lo reciba.
Para superar este problema, la nave Enterprise tiene una sistema llamado “warp” que ignora las leyes de la física, supera la velocidad de la luz y permite visitar Vulcano.
SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence) es una organización internacional que cuenta con la colaboración de miles de aficionados que analizan las señales captadas por los radiotelescopios.
El mensaje fósil estaría guardado en una web o un blog galáctico.
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