jueves, 11 de junio de 2009

Se cayó el sistema

Se cayó el sistema

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Por Augusto Álvarez Rodrichalvarezrodrich@larepublica.com.pe
La grave responsabilidad de los partidos políticos.
Podría conmover el entusiasmo de los congresistas que con cara de ‘felicítame pues’ informaron ayer de la suspensión de los decretos 1090 y 1064, si no fuera porque eso recién ocurrió con al menos 40 muertos y dos meses de convulsión en la selva.
Parte de la responsabilidad corresponde a la arrogancia del Presidente, al desprecio de los ministros por la población indígena, la intransigencia de los líderes amazónicos y la irresponsabilidad de los congresistas. Pero la otra parte de la explicación radica en un sistema político sin capacidad de representar a la población ni de procesar sus demandas sociales.
Todos conocemos la expresión ‘se cayó el sistema’. La oímos como notificación de que ocurrió algo que nadie entiende, pero sí se conoce la consecuencia: la atención se detiene y hay que volver otro día. Algo así sucede en el Perú porque el sistema político ha dejado de funcionar hace mucho tiempo.
La política debe representar a la gente para identificar oportunamente sus demandas y procesarlas con eficiencia. Eso no ocurre en el Perú porque el aparato público es incapaz de resolver problemas sociales fundamentales, y porque los partidos políticos han colapsado. Estos deberían representar a la población para intermediar sus demandas ante los centros de poder donde se toman las decisiones, pero eso no sucede en la práctica. Los partidos solo representan los intereses, muchas veces mezquinos, de sus dirigentes.
Por ello, cuando un sector de la población tiene un reclamo, carece de los canales institucionales para tramitarlo. Entonces, para hacerse notar, recurre a la protesta violenta para ver si los políticos de Lima llegan a enterarse. Como la llanta quemada ya no impresiona a nadie, crece la intensidad de la señal: raptar al jefe policial, tomar el puente, quemar el edificio público y hasta muertes lamentables como las de estos días.
No se puede justificar estos actos violentos, pero sí entender que ocurren por un Estado incompetente y unos partidos políticos tullidos. Estos, para disimular su incapacidad, recurren a las excusas absurdas de siempre: conspiraciones contra la democracia o la irresponsabilidad de los medios de comunicación.
Por ello, en la solución de los problemas sociales sobran los partidos políticos y se debe recurrir a la Iglesia, la prensa o la Defensoría. Por eso, el Rotafono es más eficaz para resolver problemas que medio gabinete o el Congreso.
Sin reformas políticas de fondo en los partidos, seguiremos con el ‘sistema caído’ y tragedias como las de Bagua serán más frecuentes, poniendo en jaque ‘al sistema’, no por conspiraciones que solo existen en las cabecitas de nuestros políticos incompetentes sino por gente harta de que no se solucionen sus problemas cotidianos.

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