TOMADO DE SEMANA ECONOMICA, ESPERO COMPAÑEROS DE DERECHO PUEDAN LEERLO Y COMENTAR ESTE INTERESANTISIMO ARTICULO
Por Gonzalo Zegarra Mulanovich
No sólo es mujer y latina, sino que admite que su sexo y origen influyen sobre su “filosofía legal”. Se trata de Sonia Sotomayor, juez federal a quien el presidente Barack Obama acaba de proponer para que reemplace a David Souter en la Corte Suprema de EEUU.
La política “gringa” es harto compleja para nuestros estándares. En ella entran en juego factores que por nuestros lares tienen poca significación política: aborto, matrimonio homosexual, control gubernamental de tenencia de armas a los civiles, leyes de cuotas raciales, inmigración, etcétera. La Corte Suprema tiene el poder de “ponerle el pare” al hombre más poderoso del planeta (el presidente de EEUU); nada menos. En contrapartida, él nomina a sus jueces, pero el Congreso (el otro gran poder que la Corte Suprema limita) tiene que confirmar el nombramiento. Y ese proceso suele ser intrincado, a veces impertinente, otras veces incluso doloroso, pero siempre muy político. Grandes juristas (como Robert Bork) han sido “baloteados” por razones eminentemente políticas y, lo que es peor, hasta de conciencia (como la postura moral frente al aborto). Como todos los que pasan por ahí, Sotomayor tendrá que tragarse un incómodo escrutinio de todo lo que haya hecho y dicho públicamente en su vida. Pero lo más probable es que termine siendo confirmada, pues el Partido Demócrata cuenta hoy con 59 asientos (de 100) en el Senado, y Sotomayor ha obtenido votos republicanos cuando fue confirmada para sus anteriores posiciones judiciales (para una de las cuales fue nominada por el presidente republicano Bush padre).
Souter, a quien Sotomayor reemplazará, es uno de los mayores fiascos que ha sufrido el conservadurismo norteamericano. Nominado por los republicanos, su hoja de vida aparentaba ser impecablemente conservadora. Una vez en la Corte Suprema, sin embargo, se instaló en el extremo radical (liberal, dicen los gringos, izquierdista diríamos nosotros) del espectro. Algo parecido había sucedido décadas antes con el legendario juez Earl Warren, padre de Brown vs. Board of Education (que acabó con la segregación racial en EEUU) y fundador del activismo judicial. Éste supone que los jueces “legislen desde el estrado”, para utilizar una expresión de sus críticos; es decir, que interpreten la Constitución discrecionalmente, mucho más allá de su literalidad, y usualmente con grandes implicancias de cambio social. El principal debate sobre la Corte Suprema hoy gira en torno al activismo judicial: los jueces “liberales” (izquierdistas) defienden el activismo, y los conservadores (o “textualistas”) creen que la Corte debe autolimitarse.
Aunque Sotomayor es considerada “de centro” ha emitido declaraciones que podrían interpretarse como activistas (entre ellas, como mencioné al inicio, su reivindicación de la empatía como herramienta judicial). Pero su jurisprudencia previa (sus anteriores sentencias) incluye buenos ejemplos de autolimitación (por ejemplo, validó la política antiabortista en la cooperación internacional del presidente George W. Bush a pesar de ser ella pro-aborto, invocando el derecho del Poder Ejecutivo de establecer sus propias políticas).
El polarizado debate ideológico estadounidense ha sido calificado por tirios y troyanos como una verdadera guerra cultural (Kulturkampf). Uno de sus principales campos de batalla es la Corte Suprema. Pero en ella siempre hubo figuras moderadas que terminaron actuando como fiel de la balanza. Una de ellas fue la primera mujer que accedió a la Corte Suprema: Sandra Day O´Connor, quien se retiró hace unos años y fue reemplazada por el conservador Samuel Alito. Tal vez ahora le toque a Sonia Sotomayor jugar el papel equilibrador –¿y estabilizador?– que en su tiempo asumió O´Connor.
Por Gonzalo Zegarra Mulanovich
No sólo es mujer y latina, sino que admite que su sexo y origen influyen sobre su “filosofía legal”. Se trata de Sonia Sotomayor, juez federal a quien el presidente Barack Obama acaba de proponer para que reemplace a David Souter en la Corte Suprema de EEUU.
La política “gringa” es harto compleja para nuestros estándares. En ella entran en juego factores que por nuestros lares tienen poca significación política: aborto, matrimonio homosexual, control gubernamental de tenencia de armas a los civiles, leyes de cuotas raciales, inmigración, etcétera. La Corte Suprema tiene el poder de “ponerle el pare” al hombre más poderoso del planeta (el presidente de EEUU); nada menos. En contrapartida, él nomina a sus jueces, pero el Congreso (el otro gran poder que la Corte Suprema limita) tiene que confirmar el nombramiento. Y ese proceso suele ser intrincado, a veces impertinente, otras veces incluso doloroso, pero siempre muy político. Grandes juristas (como Robert Bork) han sido “baloteados” por razones eminentemente políticas y, lo que es peor, hasta de conciencia (como la postura moral frente al aborto). Como todos los que pasan por ahí, Sotomayor tendrá que tragarse un incómodo escrutinio de todo lo que haya hecho y dicho públicamente en su vida. Pero lo más probable es que termine siendo confirmada, pues el Partido Demócrata cuenta hoy con 59 asientos (de 100) en el Senado, y Sotomayor ha obtenido votos republicanos cuando fue confirmada para sus anteriores posiciones judiciales (para una de las cuales fue nominada por el presidente republicano Bush padre).
Souter, a quien Sotomayor reemplazará, es uno de los mayores fiascos que ha sufrido el conservadurismo norteamericano. Nominado por los republicanos, su hoja de vida aparentaba ser impecablemente conservadora. Una vez en la Corte Suprema, sin embargo, se instaló en el extremo radical (liberal, dicen los gringos, izquierdista diríamos nosotros) del espectro. Algo parecido había sucedido décadas antes con el legendario juez Earl Warren, padre de Brown vs. Board of Education (que acabó con la segregación racial en EEUU) y fundador del activismo judicial. Éste supone que los jueces “legislen desde el estrado”, para utilizar una expresión de sus críticos; es decir, que interpreten la Constitución discrecionalmente, mucho más allá de su literalidad, y usualmente con grandes implicancias de cambio social. El principal debate sobre la Corte Suprema hoy gira en torno al activismo judicial: los jueces “liberales” (izquierdistas) defienden el activismo, y los conservadores (o “textualistas”) creen que la Corte debe autolimitarse.
Aunque Sotomayor es considerada “de centro” ha emitido declaraciones que podrían interpretarse como activistas (entre ellas, como mencioné al inicio, su reivindicación de la empatía como herramienta judicial). Pero su jurisprudencia previa (sus anteriores sentencias) incluye buenos ejemplos de autolimitación (por ejemplo, validó la política antiabortista en la cooperación internacional del presidente George W. Bush a pesar de ser ella pro-aborto, invocando el derecho del Poder Ejecutivo de establecer sus propias políticas).
El polarizado debate ideológico estadounidense ha sido calificado por tirios y troyanos como una verdadera guerra cultural (Kulturkampf). Uno de sus principales campos de batalla es la Corte Suprema. Pero en ella siempre hubo figuras moderadas que terminaron actuando como fiel de la balanza. Una de ellas fue la primera mujer que accedió a la Corte Suprema: Sandra Day O´Connor, quien se retiró hace unos años y fue reemplazada por el conservador Samuel Alito. Tal vez ahora le toque a Sonia Sotomayor jugar el papel equilibrador –¿y estabilizador?– que en su tiempo asumió O´Connor.
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