Por Mirko Lauer
Se acaba de levantar el veto para el reingreso de Cuba a la OEA. Hace un decenio o más la medida hubiera sido dramática. En estas circunstancias el voto unánime parece darse dentro de una evolución natural de las cosas. Lo más interesante del cambio es la posibilidad de que este sea la antesala del fin del bloqueo a la isla.
La Habana ha recibido la noticia con gran displicencia, probablemente convencida de que la OEA sigue siendo “el ministerio de colonias de los EEUU”. Hugo Chávez saluda la medida, pero precisa que ella se queda corta. El presidente de Honduras opina que recién con esto termina la guerra fría en América Latina.
Es verdad sostenida que la región está viviendo una nueva autonomía respecto de Washington, y es un hecho palpable que hay un archipiélago de países con fuerte simpatía por La Habana, no necesariamente por su ordenamiento interno. Cuba por su parte tiene largo tiempo conduciéndose como una suerte de buen vecino continental.
Para el régimen de los hermanos Castro este ha sido un premio a medio siglo de resistencia. Para la administración Obama esta ha sido la oportunidad de comunicarle a América Latina su disposición a acompañarla como socio geopolítico, y a dejar a partir de aquí el manejo de una parte del caso cubano en manos de la región.
¿Qué va a pasar ahora? Es poco probable que el reingreso se concrete antes de que La Habana reciba algo más que el perdón de la OEA. Cuba espera por lo menos el levantamiento del bloqueo. Washington y varios países latinoamericanos esperan reformas en la isla, en una gama que va desde libertades modestas hasta elecciones abiertas.
Cuando hace un tiempo Raúl Castro reemplazó a su hermano Fidel en la cúspide del poder cubano algunos gestos sugirieron que se venía una tímida secuencia de cambios. De hecho se produjeron, incluso algunos importantes. Pero después han sido opacados por las expectativas del exterior, donde casi todos tienen su propia agenda para rediseñar la sociedad cubana.
Son varias las expectativas en juego. Hay los que piensan que el inicio de reformas y el fin del bloqueo romperán un dique contenido por decenios. Otros imaginan un proceso gradualista que podría llegar a una social-democracia. Luego están quienes se contentarían con un estalinismo suave de mercado, capitalismo autoritario a la china.
Lo decidido en la OEA le da una tardía razón a Raúl Porras Barrenechea, quien se salió de su libreto de Canciller para oponerse a la expulsión de Cuba con el argumento de que el aislamiento esclavizaría al pueblo cubano. ¿Hubiera cambiado mucho las cosas no expulsar a Cuba? ¿Cuánto cambiará con la readmisión en curso?
Se acaba de levantar el veto para el reingreso de Cuba a la OEA. Hace un decenio o más la medida hubiera sido dramática. En estas circunstancias el voto unánime parece darse dentro de una evolución natural de las cosas. Lo más interesante del cambio es la posibilidad de que este sea la antesala del fin del bloqueo a la isla.
La Habana ha recibido la noticia con gran displicencia, probablemente convencida de que la OEA sigue siendo “el ministerio de colonias de los EEUU”. Hugo Chávez saluda la medida, pero precisa que ella se queda corta. El presidente de Honduras opina que recién con esto termina la guerra fría en América Latina.
Es verdad sostenida que la región está viviendo una nueva autonomía respecto de Washington, y es un hecho palpable que hay un archipiélago de países con fuerte simpatía por La Habana, no necesariamente por su ordenamiento interno. Cuba por su parte tiene largo tiempo conduciéndose como una suerte de buen vecino continental.
Para el régimen de los hermanos Castro este ha sido un premio a medio siglo de resistencia. Para la administración Obama esta ha sido la oportunidad de comunicarle a América Latina su disposición a acompañarla como socio geopolítico, y a dejar a partir de aquí el manejo de una parte del caso cubano en manos de la región.
¿Qué va a pasar ahora? Es poco probable que el reingreso se concrete antes de que La Habana reciba algo más que el perdón de la OEA. Cuba espera por lo menos el levantamiento del bloqueo. Washington y varios países latinoamericanos esperan reformas en la isla, en una gama que va desde libertades modestas hasta elecciones abiertas.
Cuando hace un tiempo Raúl Castro reemplazó a su hermano Fidel en la cúspide del poder cubano algunos gestos sugirieron que se venía una tímida secuencia de cambios. De hecho se produjeron, incluso algunos importantes. Pero después han sido opacados por las expectativas del exterior, donde casi todos tienen su propia agenda para rediseñar la sociedad cubana.
Son varias las expectativas en juego. Hay los que piensan que el inicio de reformas y el fin del bloqueo romperán un dique contenido por decenios. Otros imaginan un proceso gradualista que podría llegar a una social-democracia. Luego están quienes se contentarían con un estalinismo suave de mercado, capitalismo autoritario a la china.
Lo decidido en la OEA le da una tardía razón a Raúl Porras Barrenechea, quien se salió de su libreto de Canciller para oponerse a la expulsión de Cuba con el argumento de que el aislamiento esclavizaría al pueblo cubano. ¿Hubiera cambiado mucho las cosas no expulsar a Cuba? ¿Cuánto cambiará con la readmisión en curso?
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