jueves, 4 de junio de 2009

Tiananmen: herida abierta y la memoria prohibida


Tiananmen: herida abierta y la memoria prohibida
La noche del 3 al 4 de junio de 1989, tanques en las calles reprimieron una protesta estudiantil en China. Los universitarios y miles de ciudadanos reclamaban reformas en el Partido Comunista Chino.

China vuelve a censurar a su pueblo justo en el vigésimo aniversario de las manifestaciones estudiantiles de Pekín. (AP)
AFP. Veinte años después, la herida abierta por la represión de las manifestaciones del 4 de junio de 1989 en China no se ha cerrado, pero el régimen comunista, que había vacilado, lleva con mano firme el timón de una de las mayores potencias mundiales y prohíbe el ejercicio de la memoria.
En todos los rincones del planeta, de Sydney a Londres, pasando por París, Washington o Hong Kong, habrá conmemoraciones.
Pero, en China, en el mejor de los casos, el silencio ensordecedor quizás se vea perturbado por actos aislados: los disidentes están vigilados constantemente o los mandan a tomar el aire de la montaña. Algunos quizás vistan hoy de blanco –color de luto–, como ha pedido la disidencia en el exilio.
El Partido Comunista Chino (PCCh) “teme enormemente que la sociedad se ampare en la conmemoración y acuse a los “herederos de los carniceros de Tiananmen’”, estimó el sinólogo Jean-Philippe Béja, “y de ahí la crispación”.
Tabú en China, la “rebelión contrarrevolucionaria’ nunca ha sido revisada y se desconoce el número de muertos: ningún balance oficial, 241 muertos según la Municipalidad de Pekín, varios miles según los defensores de los derechos humanos.
NUEVOS TIEMPOS. Los acontecimientos no han podido imprimirse en el espíritu de una juventud sumida en el desconocimiento y focalizada en la búsqueda de un empleo en la nueva jungla que es ahora la tercera potencia económica mundial.
Era otra juventud –idealista, ingenua, inexperta– la que se ganó rápidamente el apoyo de los profesores y, luego, de obreros, funcionarios, jubilados y habitantes de Pekín, y que a partir de mediados de abril hizo temblar a los herederos de Mao ese 1989 fatal para el comunismo en muchos países.
Impensable antes, el movimiento contagió deprisa a decenas de miles de chinos –a veces superaban el millón– que, en la calle, exigían una democratización. Este pedido se extendió a decenas de ciudades y creció durante siete semanas sin que el PCCh se moviera. Esa inusual parálisis del poder generó euforia y esperanzas.
Las cámaras de todo el mundo, presentes en Pekín para cubrir la llegada del dirigente Mijaíl Gorbachov y la cumbre de la normalización chino-rusa, filmaron como quisieron los desfiles de estudiantes con camisas blancas, los desmayos de los huelguistas de hambre; entrevistaron a sus líderes y se introdujeron en las universidades en efervescencia.
LA RESPUESTA. Los líderes estudiantiles Wang Dan, Wu’er Kaixi y Chai Ling –todos exiliados hoy en día– le pasaron factura al primer ministro Li Peng, quien tuvo un papel clave en la represión.
Aceptaron dialogar con Zhao Ziyang, quien habló con ellos el 19 de mayo, pero el jefe del PCCh, que les suplicó en vano que abandonaran la plaza, pagó sus lágrimas con una brutal caída en desgracia. Al día siguiente se proclamó la ley marcial.
Deng Xiaoping, el hombre más poderoso del país, optó por la fuerza y decidió la evacuación de Tiananmen. Así, la noche del 3 de junio de 1989, los altavoces instaron a los ocupantes de la mayor explanada del mundo a que la abandonaran.
Ningún manifestante murió en la Plaza de Tiananmen, pero sí en las calles adyacentes y en otros barrios, donde la juventud y los pequineses oponían resistencia. El Ejército popular había disparado contra el pueblo.
INCONCEBIBLE. El mundo, pasmado, expresó su indignación y decidió acoger a los disidentes. Luego, China entró en un periodo de aislamiento, imperando el silencio.
Al reaparecer, Deng ni siquiera mencionó a los estudiantes muertos, pero anunció la continuación de las reformas económicas. Estas harían que China vuelva a ser “frecuentable’.
La imagen del hombre solo que impide el paso de una columna de blindados en la avenida Chang-An se volvió emblemática en todo el planeta, pero la mayor parte de los chinos no la han visto nunca: está prohibida en su país.

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