viernes, 7 de agosto de 2009

Tomando de su propia medicina peru 21

Tomando de su propia medicina

La escandalosa saga de la publicación de listas de privilegiados que podrán escoger la entidad estatal donde quieren 'trabajar’, a pesar de que no son necesarios, es el ejemplo más evidente de utilización del poder político para beneficio de allegados con el dinero de todos los peruanos. Recordemos cómo nace el proceso. En el año 90, el sector público estaba quebrado y sobredimensionado. Durante 'García marca 1’, las empresas públicas habían perdido 1,700 millones de dólares, pero su planilla había aumentado; solo ENCI, Ecasa y Pescaperú representaron un tercio de la pérdida total, pero su personal se había triplicado. Así que la reducción del Estado, con costosos incentivos entregados a los que se retiraron, fue algo que era muy necesario.

Luego, diez años más tarde, en junio del 2001, en los últimos días del gobierno de transición, ante denuncias de que no se habría cumplido con todas las obligaciones hacia esos trabajadores , se aprobó una ley que permitía compensar a los despedidos que no hubieran recibido sus beneficios, formándose una comisión que dictaminaría en seis meses el número de perjudicados.

Hoy, ocho años después, con sucesivas prórrogas y modificaciones, se ha creado una lucrativa industria del favoritismo, tanto para las centrales sindicales como para el Ministerio de Trabajo, y llevamos a la fecha cuatro listas con 35 mil restituidos en puestos innecesarios. Incluso, la gran mayoría de los favorecidos recibieron, antes de salir del Estado, jugosos incentivos y son miembros de algún partido o dirigentes de sindicatos. Lo que no son, de ninguna manera, es trabajadores despedidos sin beneficio alguno que deberían ser compensados. Simplemente, el poder de turno ha encontrado otra modalidad de favorecer a sus partidarios.

Por ello, si bien es un escándalo que la cuarta lista contenga, por ejemplo, a la esposa del ex presidente de la Comisión de Trabajo –y quién sabe a qué otros allegados más, lo cual se debe investigar–, la verdad es que las centrales sindicales que se quejan están recibiendo de su propia medicina al haber sido ellas las responsables de un esquema corrupto que todos –Congreso, Gobierno y sindicatos– siguen explotando, mientras los sufridos contribuyentes lo seguimos financiando. Solo nos queda exigir que, de una vez, se dé por concluido este vergonzoso mecanismo para beneficiarse indebidamente del Estado.

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