Las encuestas: ¿gato por liebre?
Por Alberto Adrianzén M. (*)
Nadie duda que las encuestas son una herramienta útil para acercarse al conocimiento de la opinión pública; pero también es innegable que su difusión y elaboración están teñidas de muchas intencionalidades. Algunas veces, con la ayuda de los medios de comunicación, contribuyen a crear climas de opinión favorable o desfavorable para uno u otro candidato.
Cuando se acercan las elecciones se publican dos o más encuestas por semana. Pero además, muchas de ellas, o mejor dicho quienes están detrás de ellas, tienen normalmente preferencias políticas.
En las elecciones de 2006 un medio de comunicación decidió cambiar la manera de presentar una encuesta. Ya no se trata-ba de representar la opinión del 100% de los encuestados sino solo de aquellos que decían por quién iban a votar. Con ello se reducía el universo beneficiando a uno de los candidatos.
Hace unos meses, luego de la primera sentencia a Alberto Fujimori, otra agencia presentó interesadamente su encues-ta sumando arbitrariamente lo que no se podía sumar para favorecer al ex dictador. El resultado fue que una supuesta mayoría resultaba estando en contra de dicha sentencia y, por lo tanto, de la culpabilidad de Fujimori.
Por eso es importante discutir las encuestas. La que comentaremos ahora es una “Encuesta Nacional Urbana” recien-te que, según su ficha técnica, representa a un 69,87% de la población urbana de 18 años o más e indaga sobre la intención del voto en las próximas elecciones. Lo primero que hay que recordar es que el Perú es 70% urbano y el resto es rural. Por lo tanto, dicha encuesta representa en realidad el 69,87% del 70% de la población total, es decir, 48,20% del total de la población mayor de 18 años.
Lo segundo guarda relación con las características de la muestra en algunas regiones. La encuesta se divide en cinco dominios: Lima-Callao, norte, sur, centro y oriente. 1,200 casos puede ser una buena muestra del universo total. Pero, como es elemental, con 48 entrevistas en el centro o 43 en el oriente no es pertinente inferir cómo piensan votar dichas zonas del país. Más grave aún, se trata de 774 entrevistados en Lima (61.47% de la muestra) y 485 (38,53%) de entrevistados fuera de Lima, es decir que Lima está claramente sobrerrepresentada, lo que exigía que los resultados hubieran sido ponderados en función de los universos respectivos. Al no haberlo hecho así, se está introduciendo un sesgo, técnica y políticamente, inaceptable
Lo tercero es lo más grave de todo: cuando se saca una muestra de sangre a una persona no importa de qué parte es extraída, ya que la distribución de la sangre en el cuerpo es siempre homogénea (cantidades de glóbulos rojos, blancos, etc.). No sucede lo mismo con una encuesta política. La muestra tiene que aproximarse también al universo político que se quiere representar con toda su heterogeneidad geográfica y social. Eso es lo que permite comparar la intención de voto del 2009 con la votación del 2006.
Ahora bien, en la segunda vuelta del 2006 Ollanta Humala ganó en 15 capitales de departamento (60%) y el APRA en 10 (40%), Sin embargo, en la encuesta en mención se tiene lo siguiente: de las 16 provincias urbanas seleccionadas (14 de ellas capitales de departamento) para la muestra (¿selección al azar?), en siete de ellas perdió Ollanta Humala el 2006; y de las 10 capitales de departamento dejadas de lado, Humala ganó en siete. La pregunta es muy simple: ¿esa encuesta es comparable al universo político que pretende representar?
Como se puede observar, la encuesta que comentamos es una de las tantas que hoy circulan en diversos medios. No discuto que ésta como algunas otras, se hagan sin el menor sesgo político y con la mejor intención, sin embargo, debido a su importancia, tienen que ser discutidas ampliamente. Así todos ganamos.
Por Alberto Adrianzén M. (*)
Nadie duda que las encuestas son una herramienta útil para acercarse al conocimiento de la opinión pública; pero también es innegable que su difusión y elaboración están teñidas de muchas intencionalidades. Algunas veces, con la ayuda de los medios de comunicación, contribuyen a crear climas de opinión favorable o desfavorable para uno u otro candidato.
Cuando se acercan las elecciones se publican dos o más encuestas por semana. Pero además, muchas de ellas, o mejor dicho quienes están detrás de ellas, tienen normalmente preferencias políticas.
En las elecciones de 2006 un medio de comunicación decidió cambiar la manera de presentar una encuesta. Ya no se trata-ba de representar la opinión del 100% de los encuestados sino solo de aquellos que decían por quién iban a votar. Con ello se reducía el universo beneficiando a uno de los candidatos.
Hace unos meses, luego de la primera sentencia a Alberto Fujimori, otra agencia presentó interesadamente su encues-ta sumando arbitrariamente lo que no se podía sumar para favorecer al ex dictador. El resultado fue que una supuesta mayoría resultaba estando en contra de dicha sentencia y, por lo tanto, de la culpabilidad de Fujimori.
Por eso es importante discutir las encuestas. La que comentaremos ahora es una “Encuesta Nacional Urbana” recien-te que, según su ficha técnica, representa a un 69,87% de la población urbana de 18 años o más e indaga sobre la intención del voto en las próximas elecciones. Lo primero que hay que recordar es que el Perú es 70% urbano y el resto es rural. Por lo tanto, dicha encuesta representa en realidad el 69,87% del 70% de la población total, es decir, 48,20% del total de la población mayor de 18 años.
Lo segundo guarda relación con las características de la muestra en algunas regiones. La encuesta se divide en cinco dominios: Lima-Callao, norte, sur, centro y oriente. 1,200 casos puede ser una buena muestra del universo total. Pero, como es elemental, con 48 entrevistas en el centro o 43 en el oriente no es pertinente inferir cómo piensan votar dichas zonas del país. Más grave aún, se trata de 774 entrevistados en Lima (61.47% de la muestra) y 485 (38,53%) de entrevistados fuera de Lima, es decir que Lima está claramente sobrerrepresentada, lo que exigía que los resultados hubieran sido ponderados en función de los universos respectivos. Al no haberlo hecho así, se está introduciendo un sesgo, técnica y políticamente, inaceptable
Lo tercero es lo más grave de todo: cuando se saca una muestra de sangre a una persona no importa de qué parte es extraída, ya que la distribución de la sangre en el cuerpo es siempre homogénea (cantidades de glóbulos rojos, blancos, etc.). No sucede lo mismo con una encuesta política. La muestra tiene que aproximarse también al universo político que se quiere representar con toda su heterogeneidad geográfica y social. Eso es lo que permite comparar la intención de voto del 2009 con la votación del 2006.
Ahora bien, en la segunda vuelta del 2006 Ollanta Humala ganó en 15 capitales de departamento (60%) y el APRA en 10 (40%), Sin embargo, en la encuesta en mención se tiene lo siguiente: de las 16 provincias urbanas seleccionadas (14 de ellas capitales de departamento) para la muestra (¿selección al azar?), en siete de ellas perdió Ollanta Humala el 2006; y de las 10 capitales de departamento dejadas de lado, Humala ganó en siete. La pregunta es muy simple: ¿esa encuesta es comparable al universo político que pretende representar?
Como se puede observar, la encuesta que comentamos es una de las tantas que hoy circulan en diversos medios. No discuto que ésta como algunas otras, se hagan sin el menor sesgo político y con la mejor intención, sin embargo, debido a su importancia, tienen que ser discutidas ampliamente. Así todos ganamos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario