lunes, 14 de diciembre de 2009

“Un antisistema estará en la segunda vuelta del 2011”


TOMADO DE PERU ECONOMICO


Piénselo otra vez
“Un antisistema estará en la segunda vuelta del 2011”

Keiko Fujimori no es antisistema; Humala no llegaría a una segunda vuelta; el modelo económico no calentará la agenda electoral; Alan García no podrá inclinar la balanza en las urnas. Si todo esto le parece inverosímil, archive estas páginas y vuelva a abrirlas dentro de año y medio.



Por Gonzalo Carranza Bigotti *

* Analista de Perú Económico y coautor de Yo Presidente. Cinco políticos en su ruta al poder.



“Keiko Fujimori estará en la segunda vuelta y es antisistema”

LO PRIMERO PUEDE SER; LO SEGUNDO, NO TANTO. En las tres últimas encuestas mensuales de intención de voto realizadas por Ipsos APOYO Opinión y Mercado (IAOM), Luis Castañeda Lossio y Keiko Fujimori se han turnado consistentemente en los dos primeros puestos, mientras que el pelotón de candidatos entre el tercer y el quinto puesto, conformado invariablemente por Ollanta Humala, Lourdes Flores y Alejandro Toledo, aparece siempre al menos unos cinco puntos porcentuales detrás. Así, si mañana fuera el día en que tuviéramos que ir a las urnas a elegir el nuevo presidente del país, serían el alcalde de Lima y la hija del ex presidente Fujimori los seleccionados para una segunda vuelta electoral.

¿Puede considerarse, entonces, a Keiko como la opción “antisistema” en dicha instancia? Difícil. Definamos, primero, qué se entiende por “antisistema”, un concepto repetido hasta el hartazgo pero cuyos límites son más bien difusos. Probablemente, lo que el término pretende describir es un candidato que cumpla algunos (si no todos) de los siguientes requisitos: estar opuesto radicalmente al actual modelo económico; ser un outsider del sistema de partidos; y tener escasos reparos cuando se trata de coartar algunos aspectos básicos de la democracia, como la libertad de prensa o la separación de poderes.

Pues bien, no es tan sencillo ubicar a Keiko en dichas casillas. “Nada de lo que ella ha dicho o hecho puede decirnos que es antisistema. No lo tiene como objetivo ni tampoco tiene la fuerza para desarrollarlo”, afirma el politólogo Fernando Tuesta Soldevilla –un crítico severo del fujimorismo, por lo demás–. Así, no hay indicios de que la candidata-hija vaya a romper diametralmente con el modelo económico. Eso no quiere decir, por supuesto, que no postule con las banderas del “cambio”: Keiko y el propio Castañeda, así como Toledo y Flores Nano, propondrán que haya más redistribución; que la economía de mercado tenga un “rostro humano”; que se preste más atención a temas de salud, educación e infraestructura para los pobres. El mismo “cambio responsable” que viene ganando elecciones hace años.



Asimismo, la campaña de Keiko buscará asociarse con los aspectos positivos de la imagen de su controversial progenitor. En ese sentido, no sorprendería que, en lugar de hablar del modelo económico, la hija del ex presidente busque presentarse como la continuadora del legado de obras públicas que éste dejara en las zonas más pobres del país. “Cuando uno va a los poblados más alejados, la gente no recuerda a Fujimori por acabar con el terrorismo o con la inflación, sino por el colegio o la posta médica que construyó e inauguró”, señala Alfredo Torres, presidente ejecutivo de IAOM. Así, curiosamente, Keiko compartiría posicionamiento con Castañeda, otro candidato que buscará venderse como un eficaz ejecutor de obra pública para los sectores populares.

Por otro lado, la candidata-hija se querrá desmarcar del “halo maligno” de Vladimiro Montesinos. En ese sentido, le será difícil renegar del modelo económico que fuera instaurado por su padre (si bien éste no fuera precisamente un converso) no sólo por un tema de consistencia, sino sobre todo porque el que parece ser su futuro equipo de gobierno estará compuesto por los asesores de Fujimori lejanos a Montesinos (algo así como los fujimoristas que no se pasaron al “lado oscuro de la Fuerza”), quienes sí son relativamente creyentes de las bondades de la ortodoxia económica. Jaime Yoshiyama, por ejemplo, es el secretario general de Fuerza 2011, y Keiko es amiga personal de varios ministros del último gabinete de su padre, como José Chlimper o Edgardo Mosqueira.

El segundo aspecto del “antisistemismo” –ser un outsider– difícilmente puede ser hoy atribuido al fujimorismo, que, más allá del discurso, es una fuerza política con al menos dos décadas de vigencia. Lo que sí es cierto es que Keiko –como Castañeda– no es precisamente una representante de la política “tradicional”.

Finalmente, en el plano institucional es donde se tiene mayor temor de que Fujimori saque a relucir la condición de outsider antidemocrática que, tal vez, lleve “en los genes”. Pero ello dependería de la actitud del resto del sistema si llegara a cumplir su principal propuesta de campaña, la liberación del padre, dado que el indulto es una facultad presidencial que, en sí misma, no es ilegal o “antisistémica”. ¿Si el Poder Judicial o el Congreso de la República se oponen al indulto, Keiko los atacará? “La situación de inicios de los noventa era muy peculiar y era imprescindible contar con una figura como Vladimiro Montesinos para ejecutar el autogolpe. Pero ahora él ya no está”, asevera el analista político Fernando Rospigliosi.

En todo caso, de enfrascarse en dicha batalla, Keiko probablemente consumiría la mayor parte de su capital político como candidata y aún más como eventual presidenta. Con ello, el resto de medidas “antisistema” (reforma constitucional, debilitamiento de los poderes del Estado y amedrentamiento a los medios, entre otras) seguramente provendrían de un autoridad ya desgastada y sin el relativo respaldo popular para medidas de ese tipo, que sí existió tanto durante el primer gobierno de su padre como –en tiempos más recientes– en los gobiernos “bolivarianos” de Venezuela, Bolivia y Ecuador.



“Humala, Donayre, Arana o alguien así estará en la segunda vuelta sí o sí”

POCO PROBABLE. Faltan aún largos meses para las elecciones y cualquier cosa puede pasar. Una de esas posibilidades es que la candidatura de Humala recupere viada, con lo cual se tendría un antisistema en la segunda vuelta. ¿Pero es probable que ello ocurra? No. Humala ha perdido novedad, ha dejado un legado de congresistas impresentables, ha tenido poca fortuna en los comicios locales y regionales –situación que probablemente se agrave en el 2010– y ha sido un opositor inconsistente (un día pegándose al centro, otro negociando con la izquierda radical), plagado de escándalos en su propia casa y, francamente, muy aburrido. Los resultados dicen que el estancamiento de Humala alrededor del 13% viene de hace varios meses. La cifra viene acompañada por un magro 12% de encuestados que, en la última ocasión en las que IAOM formuló la pregunta (agosto), creía que Humala sería elegido presidente, lo que refleja el escaso momentum de su candidatura en estos momentos.

Una tesis de moda actualmente es que candidatos como el ex comandante general del Ejército Edwin Donayre o el sacerdote Marco Arana podrían ocupar el espacio político de Humala de desinflarse éste. En ese sentido, Torres llama la atención a una tendencia de alrededor de un tercio de la población, encabezado habitualmente por el sur andino, que vota por “el cambio”. “No es un voto de izquierda ni contra el modelo económico, sino una expresión de disconformidad”, apunta el analista. Por ello, se entiende que la intención de voto por Humala aún gane en el sur del país con 24%. De continuar la decepción por el líder nacionalista y verse campañas inteligentes de Donayre o Arana, ese cuarto de población podría ser captado.

Sin embargo, no hay que olvidar que Castañeda y Fujimori también tienen porcentajes importantes en el sur (15% y 18%, respectivamente) y que incluso Alejandro Toledo, a pesar de sus problemas en Arequipa por la frustrada privatización de Egasa y Egesur, suma un no despreciable 12%. El voto “por el sistema” varía en el sur, entonces, entre el 40% y el 60%, dependiendo de si se considera o no a Keiko Fujimori en la suma. Es más: mirando el panorama nacional, la reducción de la pobreza en los últimos cinco años podría tener como efecto colateral minar el principal bolsón de votos de las propuestas radicales.

Incluso, la mera presencia electoral de Arana o Donayre –e incluso de un Yehude Simon buscando posicionarse como un “izquierdista del sistema”– dividiría el ya reducido voto contra el sistema de la misma manera en que candidaturas como las de Valentín Paniagua o Fernando Olivera dividieron el voto más conservador que podría haber favorecido a Lourdes Flores en el 2001 o en el 2006. Así, de repetirse el escenario de una primera vuelta liderada por una candidatura “sistémica”, una de “cambio responsable” y una antisistema, esta última pasaría de ser la líder en la última elección a quedar relegada a un tercer o cuarto puesto.

Finalmente, imaginando que Humala, Arana o Donayre lleguen, a pesar de todo, a una segunda vuelta, tendrían dos opciones una vez dentro de ella: mantener su posición radical y, casi con seguridad, perder; o “correrse” al centro, buscando captar el voto moderado pero descontento con el otro participante (como podría ocurrir si Keiko Fujimori es su rival). Así, hasta en el difícil caso de que el antisistema llegue a la segunda vuelta, es muy probable que el candidato que participe en ella termine volviéndose más sistémico de lo que cualquiera creería el día de hoy. Recuérdese que una de las cosas que determinó que Humala perdiera la elección del 2006 fue precisamente la etiqueta de “antisistema”.



“La discusión sobre el modelo económico polarizará la segunda vuelta”

NO. Las protestas antimineras o el Baguazo podrían llevar a concluir que la discusión más importante de la segunda vuelta será sobre el modelo económico. O sea, que el libre mercado, el énfasis exportador y los TLC serán puestos en cuestión y polarizarán a los electores entre quienes respaldan estas ideas y políticas y quienes las aborrecen. Pero no será así.

En realidad, desde la segunda vuelta entre Alberto Fujimori y Mario Vargas Llosa, la idea de cambiar de plano el modelo económico no ha polarizado esa instancia de las elecciones, ya sea por respaldo al modelo (1995, 2001), porque otros temas dominaban la agenda (2000) o porque existía consenso entre los dos candidatos en que el modelo era “mejorable” (2006, con un Humala “centrándose” en la escena y un García más a la izquierda que lo que demostraría en el gobierno).

“El cambio que pide el elector no es igual a estatizar empresas o desarmar el modelo”, apunta Torres. En realidad, según el analista, los votantes ven las elecciones como una oportunidad para conseguir cambios nacionales, como mejoras en los servicios públicos o apoyo a las pyme, junto con negociaciones y pedidos mucho más particulares, como una determinada obra de infraestructura en un poblado o una ciudad. Con cinco años de crecimiento económico descentralizado y con impacto en los ingresos de amplios sectores de la población, este comportamiento se acentuará, pues lo que buscará la mayoría de los electores es conseguir que el modelo los beneficie.



“El crecimiento de los últimos años ayudará a los candidatos conservadores”

NO, PERO EL OUTSIDER PODRÍA SER DE DERECHA. Lo dicho anteriormente no quiere decir que el votante promedio se haya vuelto conservador o que todas las expectativas de la población hayan sido satisfechas. “Es cierto, ahora la gente cuenta con cosas que hace cinco años no tenía, como un celular o una refrigeradora. Pero ahora la necesidad es tener saldo o tener con qué llenar la refri”, explica Torres.

Toledo parece tener clara esta lección. A pesar de ser un ex presidente y de ser percibido como quien sentó las bases del crecimiento reciente al no ‘tocar’ el modelo dejado por Fujimori, su actual mensaje político ahora consiste en convencer al electorado de que la distribución sólo es posible con crecimiento previo y que, así como él se encargó de asegurar lo primero, ahora le toca hacer lo segundo. Es decir, sus próximos cinco años no serán una continuidad de los primeros cinco o del período de su sucesor. No es un mal mensaje: con apariciones más bien esporádicas en la escena política, le ha asegurado un 10% en el arranque de la carrera electoral.

Flores Nano, por su parte, debe entender este mensaje: no puede seguir pareciendo la candidata del statu quo. Conozco un poco a Flores Nano pero, sobre todo, conozco muy bien qué pasó en su campaña del 2006 y, antes del desbarranque de los últimos meses, en realidad la entonces candidata había logrado sobreponerse a una situación similar a la que tiene en frente ahora: bajo apoyo en las encuestas y una imagen alejada del pueblo. Muchos meses antes de esas elecciones, Flores Nano inició una ardua peregrinación por el país, acercándose a la gente y aligerando el look. Pasó al primer lugar. Luego vinieron los errores de campaña que todos conocemos.

Hoy, Flores Nano tiene una nueva oportunidad de hacer bien lo que hace bien (remontar su baja intención de voto) y de corregir lo que hace mal (la elección de asesores, la conformación de su plancha, el mensaje de campaña). Maquillarse con un poco de rubor antisistema no le haría mal y, en ese sentido, podría sacarle provecho a su cuestionado vínculo con César Cataño: narcotraficante o no (“no tenía cómo saberlo”, siempre podrá decir), Flores Nano bien podría convertirse en la defensora del emprendedor peruano ante el gigante chileno y sonar un poco más a Humala o a Donayre. Eso sí, ahora más que nunca el futuro presidencial de Flores Nano no sólo depende de ella misma sino de decisiones y circunstancias ajenas: si Castañeda no postula a la presidencia, si Toledo se cae, si otro candidato no ocupa su espacio político….

Y éste es un último escenario en el lado derecho de la política que viene siendo planteado por analistas como Víctor Andrés Ponce: que el outsider de esta elección venga de la derecha. “Luego del 'Baguazo’, los caminos extremistas han perdido legitimidad. El bloqueo de la carretera aparece vinculado a sangre y la sociedad se ha derechizado notablemente”, sostuvo Ponce en una reciente columna publicada en Perú.21. Y quizás la sorpresa antisistema también pueda venir por ahí: un candidato que, tiñendo de mercantilismo el modelo económico y de autoritarismo el orden político y social, pueda verse como una esperanza de orden y seguridad. Pero para que llegue a segunda vuelta, el descontrol social debería ser mucho más severo de lo que hoy se puede ver.



“Alan será el gran elector en la segunda vuelta”

NO DARÁ MÁS QUE UNA “MANITO’”. Meses atrás, el presidente Alan García generó polémica cuando aseguró que él podía asegurarse de que alguien no ganara las elecciones. Flores para la tribuna empresarial de ese momento, acto fallido recordando su influencia en la derrota de Vargas Llosa o ambas cosas a la vez, lo cierto es que García puso la idea en agenda. ¿Puede vetar el presidente la llegada de un antisistema a la segunda vuelta o, eventualmente, una victoria de éste? “En el Perú no hay nadie que haya logrado dirigir votos propios”, señala Tuesta. “Incluso en los noventa no hay nada demostrado, pues los apristas y los izquierdistas jamás habrían votado por Vargas Llosa, sin importar la elección de García”, añade el politólogo.

Pero aun asumiendo que García sí tuvo el poder que muchos le asignan, lo cierto es que en esta elección su influencia sería mucho menor que en 1990. Y ello no sólo tiene que ver con su influencia personal o con el rol electoral del APRA (un misterio hasta el momento), sino sobre todo con que el Estado de hoy es muy diferente del que teníamos hace 20 años. En el primer punto, y por paradójico que suene, García saldrá del poder siendo mucho más popular de lo que era en 1989-1990 y eso hace que tenga mucho más que perder inmiscuyéndose directamente en la campaña electoral. Más juiciosa parece la actitud de Toledo en el 2006: dejar que, casi por inercia, su aprobación y su figura de estadista se recuperen en un contexto de dimes y diretes de los candidatos. En el segundo plano, en tanto, el Estado peruano no concentra el poder económico que sí tenía en 1990, mientras que el gobierno central ha cedido una gran cantidad de recursos y manejo político a las autoridades regionales y locales elegidas electoralmente, entre las cuales el APRA es –y, seguramente, seguirá siendo luego del 2010– minoría. En ese sentido, en una elección que se podría decidir mesa a mesa como la de hace cinco años, un alcalde distrital puede tener, en el minuto final, tanto o más peso que García.

Eso no quiere decir que el presidente se quede inactivo. La promulgación del decreto que garantiza el abastecimiento de gas al sur del país, anunciada con bombos y platillos en Arequipa, fue un guiño a una región que considera que el sistema no ha hecho lo suficiente por ella. Concretando obras de infraestructura vial y de irrigación largamente anheladas, así como promoviendo una descentralización de la actividad industrial y comercial (incluso renegando de la eficiencia económica, como sucedería con la preferencia por multipolos petroquímicos en lugar de uno solo), García tiene dos años más para acercar más los beneficios del modelo a la gente. Decisivo o no, su aporte, eso seguro, le quitará votos al antisistema.

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