domingo, 24 de febrero de 2008

Llamados de la selva



Desde todos los rincones de la Amazonía llegan voces de alarma sobre procesos y proyectos que amenazan ese tesoro de la humanidad. Ahora se escucha el clamor de los Obispos de la Selva peruana. Los prelados nos recuerdan una verdad frondosa: “Para muchos analistas, la Amazonía es hoy en día la segunda región geopolítica más estratégica del mundo”. Parten los obispos de una comprobación, que no necesita especialización alguna: las condiciones de marginación, exclusión y pobreza en que viven los pueblos indígenas amazónicos. “En particular nos preocupan”, expresan, “los procesos de inversión privada en la selva, los proyectos de ley 840 (denominado 'Ley de la Selva'), 1770, 1990 y 1992; las concesiones y adjudicaciones de las tierras y los bosques; la exploración y explotación minera y petrolera, porque pueden amenazar la supervivencia física y sociocultural de los pueblos indígenas”.Para qué llegaron a esa conclusión los obispos, que conocen personalmente lo que ocurre en sus jurisdicciones. Apenas había terminado su Encuentro Pastoral Indígena de la Amazonía Peruana cuando el Cardenal Juan Luis Cipriani se lanzó contra ellos.Los sacerdotes y obispos no deben emplear su autoridad religiosa para oponerse a la actividad minera, pues “la Iglesia no puede estar en ese ambiente”, pontificó.O sea que, según Cipriani, hay que dejar que se envenene el ambiente.Lo que no entiendo es esto: si los prelados amazónicos no pueden opinar sobre estos temas, ¿por qué el Cardenal sí puede? ¿Acaso es geólogo o ambientalista?Valor explicativo tiene este respaldo: Isaac Cruz, presidente de la Sociedad de Minería, Petróleo y Energía lanzó, en respaldo de Cipriani, este principio teológico: “Los sacerdotes y obispos deben abstenerse de opinar en temas técnicos de la minería”. El “ver para creer” de Santo Tomás no tiene vigencia para los mineros. Si los peces mueren por obra de los relaves mineros, si los pobladores ven cortadas o amenazadas sus fuentes de vida, son pequeñeces terrenales. Algo más: la muerte de niños por hambre o envenenamiento del agua puede apresurar, supongo, su ascenso al cielo.Entretanto, un cura aguafiestas, el misionero irlandés Paul Mcauley se indigna porque el 95% del territorio de Loreto está siendo entregado por Alan García a empresas petroleras transnacionales y porque éste ha anunciado el propósito de entregar 63 millones de hectáreas para sus modelos errados de “desarrollo”.Se queja también el misionero de la legislación que permite que una empresa petrolera (Pluspetro) siga contaminando los ríos Corriente y Tigre con sus aguas saladas hasta el 2009 (actualmente arroja diariamente 900 mil barriles de agua salada “a nuestras fuentes de agua dulce”). Ignoro si el Cardenal cree que esa agua salada es agua bendita.

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