El término lo pusimos de moda en el 2000. La República, en efecto, fue el primer diario en colocar el vocablo tránsfugas en la portada y desde entonces se convirtió en una expresión recurrente en los medios y en la política para calificar a los legisladores que elegidos por un partido terminaban pasándose a otro. Suponíamos que al concluir el gobierno corrupto de Alberto Fujimori esa plaga sería eliminada por nuestros políticos instalados en el nuevo Parlamento democrático. No fue así. El tránsfuga volvió con el doctor García.
En abril del 2000, Vladimiro Montesinos recibió la orden de Alberto Fujimori de reconstituir a cualquier precio una mayoría parlamentaria que la había perdido ese mes en las elecciones generales. VM se puso en acción y compró a trece congresistas que provenían de las filas de los partidos Perú Posible, Solidaridad Nacional, FIM, entre otros. Todos ellos quedaron registrados –para vergüenza del país– por las cámaras del SIN en el momento en que recibían las coimas de manos del propio asesor presidencial. Por este delito solo algunos fueron encarcelados, mientras otros resultaron exculpados. Los nuevos tránsfugas no aparecen recibiendo dinero, pero muy orondos se han hecho presentes en Palacio desde el primer momento en que Alan García se instaló en el poder.
Ayer, los tránsfugas reaparecieron en toda su magnitud en la elección de Javier Velásquez Quesquén (Apra) como presidente del Congreso. Traicionaron a sus bancadas y votaron de la mano de los coaligados apristas y fujimoristas. Si en el 2007 el congresista cusqueño Aldo Estrada, de UPP, intentaba justificar su voto por el aprismo diciendo que "el país necesita normas para luchar contra la extrema pobreza", ¿en este 2008 qué podría decir si la desigualdad y la exclusión en el Perú son hoy más amplias que hace doce meses y la brecha que separa a ricos de pobres se expande para más amplio beneficio de los primeros y mayor tragedia de los segundos?
Ahora también está más claro que nunca por qué el Apra no activa –pese a los reiterados pedidos de algunos partidos como el PNP– el proyecto de ley contra el transfuguismo. Si esta iniciativa hubiera sido aprobada, gente como Álvaro Gutiérrez y los legisladores "italianos" que lo acompañan y que ayer votaron por Velásquez Quesquén no seguirían más en sus curules y habrían sido reemplazados por los accesitarios. UPP es la camada de los tránsfugas. Algunos de sus miembros se entregan a los brazos del aprismo por intereses personales y otros porque tienen cuentas pendientes en la Comisión de Ética.
El transfuguismo es un cáncer de nuestra democracia. Los tránsfugas desprestigian a los partidos políticos y a los parlamentos. Se burlan de sus votantes y de sus compañeros de bancada. Y por eso no resulta extraño que en las encuestas los personajes que menos credibilidad les merecen a los peruanos son los políticos, y aún más los parlamentarios.
La elección de Velásquez Quesquén ha confirmado que el pacto del Apra y el fujimorismo sigue –como dirían Los Compadres– vivito y coleando. Las pataletas de Carlos Raffo y de Keiko Fujimori de que no irían más con el Apra solo fueron un juego maquiavélico que buscó debilitar la posibilidad de que la oposición se presentara en bloque. El plan de los fujimoristas era evidente: obtener de parte del gobierno aprista ventajas en beneficio de su jefe, hoy preso y procesado por crímenes de lesa humanidad. Por eso se hicieron los "duros" en un momento, pensando en el toma y daca. Tomaron como pretexto las expresiones del premier Jorge del Castillo, que, dígase de paso, ha tenido las frases más duras en su partido contra los crímenes y la corrupción del fujimorato. Alva Castro fue el mensajero de García y el que trajo el compromiso de los trece votos fujimoristas.
La oposición parlamentaria no ha estado exenta de errores. Pero no se dejó llevar por el juego del fujimorismo y demostró, una vez más, que el Apra no tiene ningún pudor en tener en su mesa a los representantes del ex dictador que está siendo juzgado hoy por gravísimos delitos. Hasta el próximo domingo.
En abril del 2000, Vladimiro Montesinos recibió la orden de Alberto Fujimori de reconstituir a cualquier precio una mayoría parlamentaria que la había perdido ese mes en las elecciones generales. VM se puso en acción y compró a trece congresistas que provenían de las filas de los partidos Perú Posible, Solidaridad Nacional, FIM, entre otros. Todos ellos quedaron registrados –para vergüenza del país– por las cámaras del SIN en el momento en que recibían las coimas de manos del propio asesor presidencial. Por este delito solo algunos fueron encarcelados, mientras otros resultaron exculpados. Los nuevos tránsfugas no aparecen recibiendo dinero, pero muy orondos se han hecho presentes en Palacio desde el primer momento en que Alan García se instaló en el poder.
Ayer, los tránsfugas reaparecieron en toda su magnitud en la elección de Javier Velásquez Quesquén (Apra) como presidente del Congreso. Traicionaron a sus bancadas y votaron de la mano de los coaligados apristas y fujimoristas. Si en el 2007 el congresista cusqueño Aldo Estrada, de UPP, intentaba justificar su voto por el aprismo diciendo que "el país necesita normas para luchar contra la extrema pobreza", ¿en este 2008 qué podría decir si la desigualdad y la exclusión en el Perú son hoy más amplias que hace doce meses y la brecha que separa a ricos de pobres se expande para más amplio beneficio de los primeros y mayor tragedia de los segundos?
Ahora también está más claro que nunca por qué el Apra no activa –pese a los reiterados pedidos de algunos partidos como el PNP– el proyecto de ley contra el transfuguismo. Si esta iniciativa hubiera sido aprobada, gente como Álvaro Gutiérrez y los legisladores "italianos" que lo acompañan y que ayer votaron por Velásquez Quesquén no seguirían más en sus curules y habrían sido reemplazados por los accesitarios. UPP es la camada de los tránsfugas. Algunos de sus miembros se entregan a los brazos del aprismo por intereses personales y otros porque tienen cuentas pendientes en la Comisión de Ética.
El transfuguismo es un cáncer de nuestra democracia. Los tránsfugas desprestigian a los partidos políticos y a los parlamentos. Se burlan de sus votantes y de sus compañeros de bancada. Y por eso no resulta extraño que en las encuestas los personajes que menos credibilidad les merecen a los peruanos son los políticos, y aún más los parlamentarios.
La elección de Velásquez Quesquén ha confirmado que el pacto del Apra y el fujimorismo sigue –como dirían Los Compadres– vivito y coleando. Las pataletas de Carlos Raffo y de Keiko Fujimori de que no irían más con el Apra solo fueron un juego maquiavélico que buscó debilitar la posibilidad de que la oposición se presentara en bloque. El plan de los fujimoristas era evidente: obtener de parte del gobierno aprista ventajas en beneficio de su jefe, hoy preso y procesado por crímenes de lesa humanidad. Por eso se hicieron los "duros" en un momento, pensando en el toma y daca. Tomaron como pretexto las expresiones del premier Jorge del Castillo, que, dígase de paso, ha tenido las frases más duras en su partido contra los crímenes y la corrupción del fujimorato. Alva Castro fue el mensajero de García y el que trajo el compromiso de los trece votos fujimoristas.
La oposición parlamentaria no ha estado exenta de errores. Pero no se dejó llevar por el juego del fujimorismo y demostró, una vez más, que el Apra no tiene ningún pudor en tener en su mesa a los representantes del ex dictador que está siendo juzgado hoy por gravísimos delitos. Hasta el próximo domingo.
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