martes, 29 de julio de 2008

Alan García, ¿Ícaro económico?

AQUI LES TRASCRIBO UN ARTICULO DE MIRCO LAUER.
El Perú nunca ha crecido tanto en lo económico, y el Estado nunca ha gastado tanto en obras. Pero Alan García ha terminado su segundo año de gobierno con una aprobación de 26% y una inflación de 5%. Ambas cifras son promedios: hay zonas del país –las más andinas, las más pobres– donde la aprobación es un tercio de eso, y la inflación el doble.
Si la inflación promedio se hubiera mantenido hasta ahora en el 1% del 2006, ¿García hubiera conservado el 60% de aprobación con que empezó su gobierno? Es muy poco probable. La bajísima inflación de tiempos de Alejandro Toledo (2001-2006) tampoco puso dinero en el bolsillo de los pobres, y mantuvo impopular a ese presidente. La procesión va por más adentro.
Debemos empezar a pensar que la suerte de García frente al pueblo no es solo, o por lo menos no es tanto, un asunto de cifras sino de la posibilidad de identificarse con él. En esto la llevaba perdida desde el inicio: 47% votó contra él, casi 30% votó a favor de él, pero con inocultable desgano.
En ambos grupos la prolongación del éxito económico no ha cambiado el sentimiento básico de censura. ¿Es injusto? Sí, definitivamente es injusto. Pero esto no hace al sentimiento menos real. Alberto Fujimori entre otras cosas ajustó la canasta familiar sin contemplaciones, privó a los trabajadores de sus derechos básicos, entregó el país a los ricos locales y extranjeros. Pero hasta en los meses previos a su caída Fujimori fue mucho más popular que el "García bueno" del segundo mandato.
Fujimori hablaba mal el castellano, García es un campeón de oratoria. Fujimori denostaba de los partidos y los políticos, García los encarna como nadie. Fujimori dio un golpe, García siempre ha respetado la Constitución. ¿Debemos pensar que García es impopular porque es un demócrata articulado en un país con 65+ de informalidad?
Los intelectuales de la izquierda sostienen que la impopularidad es porque el crecimiento es solo para unos pocos. El argumento tiene fuerza moral, pero no explica las popularidades del pasado, cuando la cosa era igual o peor que ahora. Definitivamente hay algo de personal y partidario en la tirria estadística contra García.
En consecuencia la búsqueda de explicaciones se está trasladando hacia el campo psicológico. Una versión es que el país está sacudido por una revolución de expectativas, impaciente por definición. Otra versión es que el estilo sobrador de García está irritando cada vez más fibras de rabia popular y andina, que Fujimori al parecer no afectaba.
García acaso está descubriendo algo que ya antes sabía: que fuera de las salas de directorio las buenas cifras por sí solas no llevan muy lejos, y aun allí. La gente no quiere sentirse gerenciada, sino además gobernada. De otro modo el crecimiento económico en un mundo de ciclos se puede volver un vuelo de Ícaro

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