Fidel Castro descansa en un refugio secreto. (EFE)
Recluido en un sitio secreto, el histórico líder comunista Fidel Castro vive su retiro, tras medio siglo en el poder, entre pilas de libros, escribiendo y aconsejando por teléfono, sin faltar a sus dos horas diarias de ejercicio ni al control de los médicos.
Hace una semana y a sus 81 años, Castro renunció a la Presidencia. Pero pese a haber dejado de ser "Comandante en Jefe" para convertirse en el "Compañero Fidel", nadie duda de la influencia que mantendrá en el rumbo del país.
Por estos días y luego que el Parlamento eligiera a su hermano Raúl como sucesor, se tomó una pausa en su oficio de editorialista, un papel que adoptó hace un año para abordar en sus "Reflexiones del Comandante en Jefe" diversos problemas mundiales y abrir "fuego ideológico" contra Estados Unidos.
"Me había prometido unas vacaciones. Los días de tensión, esperando la proximidad del 24 de febrero, me dejaron exhausto", dijo en el mensaje de renuncia.
En 19 meses de convalecer de una enfermedad que lo puso al filo de la muerte, el hombre de discursos infinitos y trabajo hasta al amanecer, transformó, según sus allegados, su frenético ritmo de vida política en disciplinadas jornadas de actividad intelectual y rehabilitación física.
"Hace ejercicio casi dos horas diarias, dos tandas al día", dijo hace poco Raúl.
Se levanta temprano, debe tomar sus pastillas y comidas a tiempo, y a mitad de la mañana, tras hacer ejercicio, comienza a leer "cuidadosamente todos los días las opiniones sobre Cuba de agencias tradicionales de prensa", contó el mismo Fidel en mensajes.
Escribe largas horas, según dijo en su renuncia. "No me despido de ustedes. Deseo solo combatir como un soldado de las ideas. Seguiré escribiendo bajo el título "Reflexiones del compañero Fidel", añadió.
"Hago lo que puedo: escribo. Constituye para mí una experiencia nueva: no es lo mismo hablar que escribir. Hoy, que dispongo de más tiempo para informarme y meditar sobre lo que veo, apenas me alcanza para escribir", aseguró en un artículo del 14 de enero.
Sus famosas jornadas nocturnas ya quedaron atrás. El punto final de la mayoría de sus casi 80 reflexiones lo ha puesto entre las cinco y siete de la noche, no más de las ocho, y uno que otra a las dos o tres de la tarde.
"Todo el resto del tiempo lo empleo en leer, recibir información, conversar telefónicamente con numerosos compañeros -funcionarios que le piden consejo- y realizar los ejercicios de rehabilitación pertinentes", explicó hace unos meses en otro editorial.
Fidel sigue la Mesa Redonda Informativa, el programa por excelencia de la oficialidad en la televisión cubana, y a través de canales internacionales, como Telesur y la CNN, se mantiene al tanto de los acontecimientos mundiales, incluso los Juegos Panamericanos de Río el año pasado.
Devora libros y ensayos de autores internacionales. Han pasado por sus manos en su convalecencia "La edad de la turbulencia", de Alan Greenspan, "Nemesis: los últimos días de la República estadounidense", de Charlmers Johnson; y el último al que hizo referencia: "Faith of my Fathers", del candidato republicano estadounidense John McCain.
"He vuelto a ser un estudiante, en dos palabras", le dijo hace un año a su amigo, el presidente Hugo Chávez.
El lugar donde se halla es todo un misterio. Unos hablan del Cimeq, un hospital especializado en el oeste de La Habana; otros de su residencia, conocida como "Punto Cero", o en el mismo Palacio de la Revolución.
Está bajo cuidado de un equipo de médicos y de su esposa, Dalia Soto del Valle, a quien su amigo argentino Miguel Bonasso llama "la señora amable" que conduce a los visitantes al "sancta santorum" -como lo llamó- donde se recupera el líder.
Dice disponer como nunca antes del tiempo para "meditar, estudiar y escribir".
Un tiempo que comparó con aquel en que estuvo en la cárcel de 1953 a 1955, antes de lanzar la guerra de guerrilla que lo llevó al poder. "Una prisión fecunda", describió
Recluido en un sitio secreto, el histórico líder comunista Fidel Castro vive su retiro, tras medio siglo en el poder, entre pilas de libros, escribiendo y aconsejando por teléfono, sin faltar a sus dos horas diarias de ejercicio ni al control de los médicos.
Hace una semana y a sus 81 años, Castro renunció a la Presidencia. Pero pese a haber dejado de ser "Comandante en Jefe" para convertirse en el "Compañero Fidel", nadie duda de la influencia que mantendrá en el rumbo del país.
Por estos días y luego que el Parlamento eligiera a su hermano Raúl como sucesor, se tomó una pausa en su oficio de editorialista, un papel que adoptó hace un año para abordar en sus "Reflexiones del Comandante en Jefe" diversos problemas mundiales y abrir "fuego ideológico" contra Estados Unidos.
"Me había prometido unas vacaciones. Los días de tensión, esperando la proximidad del 24 de febrero, me dejaron exhausto", dijo en el mensaje de renuncia.
En 19 meses de convalecer de una enfermedad que lo puso al filo de la muerte, el hombre de discursos infinitos y trabajo hasta al amanecer, transformó, según sus allegados, su frenético ritmo de vida política en disciplinadas jornadas de actividad intelectual y rehabilitación física.
"Hace ejercicio casi dos horas diarias, dos tandas al día", dijo hace poco Raúl.
Se levanta temprano, debe tomar sus pastillas y comidas a tiempo, y a mitad de la mañana, tras hacer ejercicio, comienza a leer "cuidadosamente todos los días las opiniones sobre Cuba de agencias tradicionales de prensa", contó el mismo Fidel en mensajes.
Escribe largas horas, según dijo en su renuncia. "No me despido de ustedes. Deseo solo combatir como un soldado de las ideas. Seguiré escribiendo bajo el título "Reflexiones del compañero Fidel", añadió.
"Hago lo que puedo: escribo. Constituye para mí una experiencia nueva: no es lo mismo hablar que escribir. Hoy, que dispongo de más tiempo para informarme y meditar sobre lo que veo, apenas me alcanza para escribir", aseguró en un artículo del 14 de enero.
Sus famosas jornadas nocturnas ya quedaron atrás. El punto final de la mayoría de sus casi 80 reflexiones lo ha puesto entre las cinco y siete de la noche, no más de las ocho, y uno que otra a las dos o tres de la tarde.
"Todo el resto del tiempo lo empleo en leer, recibir información, conversar telefónicamente con numerosos compañeros -funcionarios que le piden consejo- y realizar los ejercicios de rehabilitación pertinentes", explicó hace unos meses en otro editorial.
Fidel sigue la Mesa Redonda Informativa, el programa por excelencia de la oficialidad en la televisión cubana, y a través de canales internacionales, como Telesur y la CNN, se mantiene al tanto de los acontecimientos mundiales, incluso los Juegos Panamericanos de Río el año pasado.
Devora libros y ensayos de autores internacionales. Han pasado por sus manos en su convalecencia "La edad de la turbulencia", de Alan Greenspan, "Nemesis: los últimos días de la República estadounidense", de Charlmers Johnson; y el último al que hizo referencia: "Faith of my Fathers", del candidato republicano estadounidense John McCain.
"He vuelto a ser un estudiante, en dos palabras", le dijo hace un año a su amigo, el presidente Hugo Chávez.
El lugar donde se halla es todo un misterio. Unos hablan del Cimeq, un hospital especializado en el oeste de La Habana; otros de su residencia, conocida como "Punto Cero", o en el mismo Palacio de la Revolución.
Está bajo cuidado de un equipo de médicos y de su esposa, Dalia Soto del Valle, a quien su amigo argentino Miguel Bonasso llama "la señora amable" que conduce a los visitantes al "sancta santorum" -como lo llamó- donde se recupera el líder.
Dice disponer como nunca antes del tiempo para "meditar, estudiar y escribir".
Un tiempo que comparó con aquel en que estuvo en la cárcel de 1953 a 1955, antes de lanzar la guerra de guerrilla que lo llevó al poder. "Una prisión fecunda", describió