Hace unos días, el diario Perú 21 titulaba “Vaso de leche no llega a los necesitados” y “El programa de vaso de leche es una total coladera”, cuestionándose así la existencia de un programa cuyos beneficios no llegarían a los más pobres. Asimismo, se citaba un estudio realizado por Comex Perú, el cual determinó que el 73% de los beneficiarios de Lima y Callao reciben “indebidamente” esta asistencia porque, entre otras cosas, la mayoría no es pobre, tiene empleo y vive en casa propia construida con material noble. ¿Serán estos elementos suficientes para cuestionar este programa social?
El programa de Vaso de Leche fue promovido en la década de 1980 por el líder de izquierda y Alcalde de Lima, Alfonso Barrantes, en medio de las políticas de ajuste económico de la época, esto con el objetivo de enfrentar la emergencia alimentaria de los menos favorecidos. En un inicio, nos recuerda el sociólogo de DESCO, Gustavo Riofrío¹, no se optó por el camino de la focalización de grupos de beneficiarios, sino se estableció que todo aquel que necesitara el Vaso de Leche debía organizarse para recibirlo. Han pasado los años y la falta de un verdadero control por parte del Estado para re-dirigir los objetivos de este programa han generado una serie de problemas que son necesarios enfrentar.
Uno de estos problemas es que la focalización no funciona. Un estudio de Monge, Vásquez y Winkelried² señala que el programa de Vaso de Leche tiene el mayor porcentaje de infiltración si lo comparamos con otros programas sociales como el comedor popular, el desayuno escolar y el seguro integral de salud. Para Gustavo Riofrío este es un problema real, pero que no se soluciona “ultrafocalizando” este programa. En ese sentido, se observa que algunos sectores neoliberales que critican dicho programa buscan recortarlo cada vez más para dárselo “solo a los que más lo necesitan”, pero sin un criterio apropiado. ¿Cómo saber quién necesita el Vaso de Leche? ¿Se puede hacer esta distinción entre los pobres que actualmente lo reciben?
Por esto, Gustavo Riofrío señala la necesidad de mirar de forma global el programa de Vaso de Leche para adecuarlo a las actuales necesidades. En primer lugar, habría que elaborar una nueva Ley del Vaso de Leche, en la que debieran participar expertos, intelectuales y las organizaciones de mujeres que actualmente sostienen el sistema de reparto de la leche. Además, habría que destinar un presupuesto específico destinado a pagos de personal de apoyo, profesionales en nutrición, capacitación y equipo logístico, pues solo con el trabajo voluntario de los actuales líderes y lideresas del Vaso de Leche no es posible hacer eficiente este programa.
Finalmente, de lo que se trata es que el Estado asuma su rol protector del bienestar social de la población, sobre todo de los más vulnerables, como son los niños, madres gestantes, ancianos y tebecianos a los que el Vaso de Leche asiste. Por esto, en lugar de buscar justificaciones para recortar este programa indiscriminadamente, el gobierno debiera plantear el camino para gestionarlo de forma eficiente.
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