jueves, 26 de agosto de 2010

"LA IZQUIERDA DOGMÁTICA QUE APELA A LAS VIEJAS BASES SOLO JALA A CUATRO GATOS".

Es difícil hablar de la campaña electoral sin entrar en ideas ya señaladas en editoriales y artículos de opinión de todos los colores. Sin embargo, hay algunas lecciones y sorpresas que me deja la campaña que quisiera compartir, consciente de que seguro serán para muchos lugares comunes ya discutidos en los últimos días.

Como a todos, me sorprendió Humala. No porque pensara que estábamos a salvo de un candidato anti sistema, tampoco el nombre del mismo. Pero de verdad pensé que de 15% no pasaba. Demasiado discurso violento, demasiada barbarie la del hermano. Una vez más, pues, no entendí al Perú. No tengo simpatía alguna por Humala. Sus ideas están cargadas de fascismo edulcorado y a su lista de advenedizos la veo tan peligrosa como un ejército de borrachos con metralleta. Pero es innegable que ese voto tiene que ser visto como un aviso, un síntoma del porcentaje altísimo de la población que está perdiendo la paciencia y que, movilizado, podría producir caos en los próximos cinco años.

Y esa es la segunda idea que me deja esta campaña: pase lo que pase el 9 de abril, pocas veces hemos dependido tanto de dos personas. Desde el primer día en Palacio gane quien gane, sea Flores o García (la otra opción ni siquiera la pienso por ahora), deberá enfrentar el descontento que representa el voto humalista. Es necesario una política inteligente que trascienda un mero manejo gerencial del país, que no está mal pero no basta. Sin política de la buena, que muestre en actos concretos que gobernar es buscar el bien común, y no tener más celulares o casita en Punta Sal, vamos camino a la inestabilidad. Tremenda responsabilidad la de estos dos líderes y sus partidos. La pobreza de sus listas congresales, llenas de golosos esperando cinco años de altos sueldos, y ciertas puyas idiotas, celebradas por periodistas afines, dan razones de sobra para el pesimismo. Ojalá estén a la altura.

Esto sí, lamento decirlo, no me sorprendió: Paniagua ha sido una lección de cómo no ganar una elección en el Perú. Sin duda parte de la responsabilidad la tiene el candidato, no apto para estas campañas de baile y combo. Creo sin embargo que el problema viene de antes. Quien recomendó a Paniagua ponerse por encima de la discusión política cotidiana para dar una imagen de estadista cometió un error. Una cosa es no entrar a discutir los escándalos de la familia presidencial, pero otra es tener una mayor presencia discutiendo las acciones del gobierno y la oposición. Paniagua no lo hizo, aunque él insista que sí, y ahora paga las consecuencias de su silencio. Una pena, pues es uno de los pocos políticos que ha demostrado humildad y vocación de servicio al momento de gobernar.

También me sorprendió la pobreza política de Martha Chávez. Ex presidenta del Congreso y veterana de tres campañas, uno se esperaba una peleadora interesante, digamos un 8%. El resultado ha sido terrible: acartonada, asumiendo su papel de segundona, con teorías conspirativas que por absurdas dan risa y demostrando entender poco de asuntos de Estado, ya no despega salvo un bonzo fujimorista de ultimo momento. Carlos Raffo es uno de los pocos que parece saber qué es lo que gusta a la gente en el Perú electoral de hoy, pero con esta candidata no hay campaña que levante.

Finalmente, ¿qué pasa con la izquierda que Humala puede ganarle los descontentos? Desde su caída a fines de los ochenta se han dado mil explicaciones sobre su desaparición electoral: división interna, pérdida de representatividad, el desprestigio que indirectamente le causó Sendero. Lo que está claro es su orfandad presente. La izquierda socialdemócrata parece muy distante de sus votantes en discurso y símbolos, como perdida en un concierto de Mercedes Sosa mientras afuera se baila technocumbia. Por otro lado, la izquierda dogmática que apela a las viejas bases ya, felizmente, solo jala a cuatro gatos. Diez Canseco viene a ser una mezcla extraña de ambas, pero tampoco despega y creo que su poco carisma no lo hacía un candidato viable. Pareciera que, contra las explicaciones estructurales, un paso necesario en nuestro país de personalidades fuertes es que la izquierda encuentre un líder con capacidad de convocatoria y ajeno al mundo ONG, al dogmatismo de antaño o a gremios cerrados en sí mismos. Ojalá, pero muy difícil: Barrantes no hay muchos a la vista.

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