domingo, 27 de enero de 2008

Uchuraccay: las primeras mentiras




Los campesinos dijeron que creían que eran “terroristas”, pero la historia se desmoronó rápidamente

(1) El periodista César Hildebrandt, en el escenario de la tragedia. (2) Los comuneros desentierran los cadáveres de sus víctimas.
DATO“Hay que decir que esos campesinos, ignorantes y primitivos, que no hablan castellano, los mataron porque llevaban una bandera roja. Todos deben sostener la misma versión”, acordaron los militares para ocultar la verdad sobre la masacre de los periodistas.
En esa segunda entrega del texto tomado del libro de Juan Gargurevich “Historias de periodistas”, actualmente en preparación, quedan en evidencia las mentiras a las que, desde un primer momento, apelaron las autoridades militares.-“¿Los han matado a todos? Pero… ¡esos eran periodistas!” habría exclamado el joven teniente de la Marina Ismael Bravo, cuando escuchó el relato de los campesinos, según la versión oficial de los hechos, según la cual la patrulla de infantes y sinchis que Bravo comandaba había llegado al lugar del drama el 28 de enero.Asustados, comenzaron las recriminaciones, las acusaciones, los preparativos para escapar –como en el caso del gobernador Fortunato Gavilán, el primero en huir–.El oficial usó el radio, avisaron al general Noel Moral, éste a su Comando y la noticia llegó hasta el propio presidente Belaunde, quien llamó a sus jefes de Inteligencia para plantearles la interrogante: “Y ahora ¿qué hacemos?”.Tomaron decisiones rápidas. “Hay que decir que esos campesinos, ignorantes y primitivos, que no hablan castellano, los mataron porque llevaban una bandera roja. Todos deben sostener la misma versión”.Y así fue. El discurso a que se aferraron se resume así: “Somos ignorantes, no sabemos, traían bandera roja… los jefes nos dijeron que matáramos a los que venían a pie”.Luego siguió un verdadero huaico de acusaciones y reclamos. Esa debe haber sido la sensación de los comuneros de Uchuraccay cuando les cayeron como una avalancha más militares, periodistas, familiares y luego hasta una Comisión presidida por Mario Vargas Llosa.Escudados en su idioma, juramentando solidaridad, soportaron el chubasco de preguntas y hasta se dieron el lujo de atemorizar a la Comisión cuando comenzaron a ser cercados por las evidencias. Pero semanas más tarde, quedaron solos. El problema se trasladó a Ayacucho, al juicio y el debate periodístico y los militares se desentendieron de Uchuraccay. Sendero Luminoso esperó con paciencia hasta la víspera de la fiesta del Espíritu Santo, el 20 de mayo, y esa noche los senderistas arrastraron fuera de sus casas a veinte uchuraccaínos, buscándolos con una lista. Luego los asesinaron. Lo mismo hicieron en sucesivas incursiones. Probablemente el último fue Fortunato Gavilán, encontrado cerca de la selva con un cartel en el pecho destrozado y que decía “Así mueren los perros traidores”. El número total de muertes fue, como dijimos, de 137, adjudicados a Sendero, pero es muy probable que militares participaran en la eliminación de testigos molestos.En 1985 el Octavo Tribunal Correccional de Lima inició sus labores y citó al que fuera Jefe Político Militar de Ayacucho, general Clemente Noel, que había sido trasladado a Estados Unidos como Agregado Militar. Fue duramente interrogado por los abogados de la parte civil y regresó a Washington sin esperar la sentencia. El Tribunal condenó a los comuneros citados pero también pidió que se procese a Noel por los delitos de abuso de autoridad y contra la administración de justicia y los deberes de función, lo que sería más tarde desestimado.Mientras tanto, Dionisio Morales, Simeón Auccatoma y Mariano Cassani pasaron a la cárcel, sin dejar de alegar inocencia. El segundo murió en la cárcel.El martes 10 de marzo de 1987 el diario “Hoy” publicó la siguiente versión de la sentencia leída el día anterior:“Los periodistas fueron asesinados en Uchuraccay por haber descubierto entre los campesinos a sinchis e infantes de Marina. ‘Ese fue el móvil, porque ha quedado descartada totalmente la tesis de la confusión con terroristas y mucho menos hubo banderas con la hoz y el martillo, ni vivas a Sendero ni denuestos contra el gobierno de entonces’ afirmaron los vocales en la sentencia leída ayer.Los vocales, Luis Serpa Segura –presidente– César Tineo Cabrera y Arsenio Oré Guardia, en esta parte del fallo fueron contundentes al sostener que los campesinos de Uchuraccay jamás pudieron confundir con armas de fuego las cámaras fotográficas que llevaban los periodistas. ‘Ellos conocía lo que eran armas, por sus constantes contactos con los sinchis e infantes de Marina’, agregaron.También fueron contundentes los magistrados al afirmar que cuando llegaron los hombres de prensa a Uchuraccay, conversaron con las autoridades, entre ellos Félix Gavilán.Ignacia Gálvez Ñaupari, esposa de Félix Gavilán, cuando vio a los hombres de prensa conversar con las autoridades del pago, corrió a la casa comunal –allí estaban los sinchis e infantes de Marina– para avisar sobre la presencia de extraños en la zona.‘De inmediato los periodistas fueron rodeados por los soldados y policías y los campesinos recibieron órdenes de atacarlos. Willy Retto, hasta el último momento de vida que tuvo, fotografió las caras de los asesinos y De la Piniella atacó a puntapiés a sus agresores. Los periodistas no se quedaron parados, se defendieron. Todos los golpes estuvieron concentrados en el cráneo, fueron producidos por armas contundentes, cavas, maderas, palos, cuchillos y quizá también culatazos’, indica la sentencia.

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