jueves, 24 de enero de 2008

La Traición .¿pudo capturarse a Abimael antes?


Casa de Buenavista 265, en Chacarilla del Estanque, Surco, donde se escondía Guzmán y su cúpula senderista. Escaparon, luego de ser advertidos por una nota anónima deslizada por debajo de la puerta, de acuerdo a una confesión del propio ‘Feliciano’¿Hubiese cambiado la historia si la Policía le echaba el guante a Abimael Guzmán a fines de 1990? Sin duda. Ahora se sabe que eso estuvo a punto de ocurrir, pero una traición al más alto nivel echó por tierra la operación.
¿Qué sucedió exactamente? Lo destapó Gustavo Gorriti en una sensacional investigación publicada en la pasada edición de esta revista. La historia salió a flote luego de que el periodista cruzara información clave y entrevistara a los protagonistas principales de “El Caso de Buenavista”.
En los párrafos siguientes los principales protagonistas declaran sobre el caso y confirman en detalle los gravísimos hechos.
En suma, Gorriti reveló que, los primeros días de diciembre de 1990, los analistas y mandos operativos del GEIN de la Dircote planificaron intervenir una casa de la calle Buenavista, en Chacarilla del Estanque, donde se presumía, según indicios aparentemente sólidos, se escondía Abimael Guzmán y su cúpula senderista. El entonces director de la Dircote, general PNP-PT Enrique Oblitas, ordenó ejecutar un plan operativo inmediato, pero algo insólito ocurrió. El operativo fue frenado por “órdenes presidenciales” y a Oblitas lo removieron del puesto en cuestión de horas. Guzmán y sus secuaces se esfumaron, luego de ser advertidos por una nota anónima deslizada por debajo de la puerta de la casa de Buenavista.
Inicialmente, lo reconoce Gorriti, la historia “sonaba extraña y hasta fantástica”, pero fue confirmada a CARETAS por los propios testigos del hecho que, 17 años después, accedieron a hablar y añadieron detalles sorprendentes.
Por entonces, el GEIN no era ya el grupo de “cazafantasmas” del que se mofaban aquellos policías de la Dircote que preferían el viejo método de “patear las puertas” antes que la inteligencia policial operativa. Organizado cuando Agustín Mantilla era ministro del Interior, el GEIN obtuvo los primeros rastros de Guzmán en junio de 1990, cuando allanó una casa de Monterrico, donde se había refugiado el propio ‘Presidente Gonzalo’. El GEIN encontró importante documentación y hasta los lentes del número uno de Sendero.
Los trabajos de campo continuaron bajo el mando principalmente de los entonces mayores PNP-PT Benedicto Jiménez y Marco Miyashiro. Ambos reportaban al entonces comandante PNP-PT Luis Felipe Elías y éste, a su vez, coordinaba con los comandantes PNP-PT Clodomiro Díaz Marín y Félix Murazzo, del llamado Departamento de Asesoría Legal de la Dircote.
A mediados de año, los “mordedores” del GEIN detectaron a un personaje clave: Luis Arana Franco, ‘Sotil’, director de la academia ‘Cesar Vallejo’. Siguiéndolo a él, los policías dieron con la casa de Buenavista 265. Luego de un prolongado ‘Ovise’ (Observación, Vigilancia y Seguimiento), se supo que allí acontecía una actividad inusual.
“Todos los indicios nos hicieron suponer que allí se escondía Guzmán y otros líderes históricos”, recuerda Elías. “El 3 de diciembre (de 1990) se había festejado el cumpleaños de Guzmán (es lo que arrojó el análisis de la basura recogida) y es por eso que decidimos planificar el golpe”.
Elías convocó a una reunión en las oficinas del GEIN para discutir el tema. La mañana siguiente, junto a Díaz Marín y Murazzo, acudió a las oficinas del director de la Dircote para exponerle los hechos. Elías rememora así lo que ocurrió aquella mañana: “Estábamos en el despacho del general Oblitas, realizando el planeamiento del golpe a 11 inmuebles, entre ellos el de Buenavista, cuando Oblitas recibió una llamada telefónica. La llamada lo sorprendió mucho y de pronto Oblitas empezó a preguntarse indignado: ‘¿cómo?… ¿cómo?’. En eso alzó la voz y dijo: ‘Mientras yo sea el director aquí mando yo’. Y colgó el teléfono. Nos comentó que quien lo había llamado era el general Pablo Rivera Portal (entonces director de la Policía Fiscal). Éste le había indicado que, por una orden presidencial, el operativo que pensábamos realizar quedaba sin efecto. Oblitas estaba enojado. Dijo ‘qué se habrá creído éste’ y luego nos animó a continuar con los detalles del operativo. Sigan con el plan, fue la orden”.
Díaz Marín y Murazzo brindaron versiones coincidentes a CARETAS. “Recuerdo que, luego de colgar el teléfono, Oblitas nos llamó la atención: ‘¿Quién de ustedes ha abierto la boca? ¿Cómo pueden saber lo de la operación si esto era un secreto?’ Estaba molesto y había que pensar de dónde salió la infidencia”, agregó Díaz Marín. No hubo tiempo para eso.
Esa misma tarde, el entonces director de la Policía Adolfo Cuba y Escobedo comunicó a Oblitas que había sido removido del puesto. Fue reemplazado por el general PNP-PT Héctor Jhon Caro, a quien se le ordenó dejar Huaraz, donde era jefe, para arribar a Lima con carácter de urgencia. La operación, por supuesto, se suspendió. “Le informamos a Jhon Caro sobre lo de Buenavista y él dijo: ‘Aquí no se hace nada. La Dircote no va a intervenir ese lugar y ustedes no salen de su unidad’”, sostiene Elías.
Recién el 31 de enero de 1991, el GEIN intervino tres inmuebles, entre ellos el de Buenavista. En una de las casas se descubrió el famoso video de ‘Zorba el Griego’ y valiosa documentación, pero en Chacarilla del Estanque apenas se encontraron algunas banderolas. Guzmán ya no estaba. Fujimori, en una posterior conferencia de prensa, atribuyó ese operativo al Servicio de Inteligencia Nacional (SIN). No mencionó al GEIN.
Elías, Díaz Marín y Murazzo afirman que no supieron con exactitud qué había ocurrido hasta fines del año pasado, cuando Oscar Ramírez Durand, ‘Feliciano’, publicó el libro ‘El Megajuicio de Sendero’. Allí el terrorista narra que “alguien” deslizó una carta por debajo de la puerta de la casa de Buenavista para alertarlos de que los miembros del GEIN, disfrazados de guachimanes, esperaban órdenes superiores para intervenir el inmueble. “En ese momento, aparte de Guzmán y su pareja (Elena Iparraguirre), nos encontrábamos yo, María Pantoja, Yovanka Pardavé, Tito Valle y la ya nombrada Angélica Salas… hicimos lo único que teníamos que hacer, salir por partes como habíamos entrado, sin despertar sospechas, ocultos en la parte posterior del auto que tenían y que manejaba Angélica Salas”, contó.
¿QUIÉN ORDENÓ CANCELAR la operación? En una entrevista concedida en su casa de Pueblo Libre, el general Rivera Portal negó haber llamado a Oblitas por órdenes del Presidente. “Es falso. Yo era director de la Policía Fiscal. ¿Por qué tendría que dar órdenes a otro general? ‘Él (Oblitas) no es un baboso”, ironizó. Reconoció haber entablado contacto con Vladimiro Montesinos “sólo por trabajo” y dijo estar dispuesto a someterse a un examen de polígrafo para demostrar que dice la verdad.
Probablemente no sea necesario. Las versiones de los testigos son coincidentes y la insólita remoción del director de la Dircote se efectuó tal y como fue narrada. ¿Quién tenía el poder para efectuar tales maniobras? Sólo Montesinos y Fujimori. Además, Oblitas mantiene la versión que brindó a Gustavo Gorriti. “No se cómo, pero por orden de la Presidencia esa captura importante que vas a hacer queda sin efecto”, recuerda Oblitas que le dijo Rivera Portal. “Luego me sacaron del caso. Yo no conocía a Fujimori. Cómo deterioran las cosas malignas, es terrible, terrible”.
Oblitas fue enviado como “adscrito” a la Dirección General de la Policía. No le dieron ni siquiera un escritorio. El fujimorato, por el contrario, nombró a Rivera Portal nuevo Director Superior de la Policía Técnica.
Un oficial que perteneció al GEIN confirmó a CARETAS que, entre el 2 y 4 de diciembre de 1990, Montesinos visitó la dependencia y se le puso al tanto de los detalles del operativo en Buenavista. El ‘Doc’ solicitó mantenerlo en reserva y trabajarlo con los nuevos comandantes generales (de las Fuerzas Armadas) en 1991”. No era la primera vez que había pisado esa unidad. Elías afirma haberlo visto meses antes, en octubre de 1990.
“Fue una traición a la patria”, afirma tajante el ahora comandante retirado y abogado en ejercicio Díaz Marín. “La captura de Guzmán echaba por tierra los proyectos totalitaristas de Montesinos y de Fujimori. El golpe hubiese sido mortal para Sendero porque en esa casa de Buenavista se escondían sus principales líderes históricos. La guerra se habría acabado”.
Para fines de 1990, según diversos testimonios, Montesinos ya conocía y había estudiado el famoso ‘Plan Verde’ que planteaba la idea de un gobierno cívico-militar para superar la crisis económica y derrotar al terrorismo. Un golpe de esa naturalaza hubiera neutralizado los planes del ‘autogolpe’ de abril de 1992, pero evitado también miles de muertes.
Entre enero de 1991 y setiembre de 1992 –cuando cayeron Guzmán e Iparraguirre– 1,943 personas murieron en todo el país a manos de Sendero Luminoso, según el informe final de la Comisión de la Verdad. Entre los meses de enero a julio de 1992, 37 “coches bomba” estallaron sólo en Lima dejando aproximadamente 50 muertos. El atentado más feroz ocurrió el 16 de julio de 1992, en la calle Tarata de Miraflores, cuando estalló un automóvil con 400 kilos de dinamita. El saldo: 25 muertos y 155 heridos.
No habría habido, pues, Barrios Altos (3 de noviembre de 1991) ni La Cantuta (18 de julio de 1992) y probablemente tampoco hubiese sido asesinada María Elena Moyano (15 de febrero de 1992). La historia sería otra.
El 1 de febrero de 1991, Elías, Díaz Marín y Murazzo fueron removidos de la Dircote, enviados al interior del país y perseguidos por Montesinos, a quien conocían como abogado de narcotraficantes desde el sonado caso ‘Villacoca’. Ahora están dispuestos a rendir un testimonio directo ante la justicia. “¿Por qué?”, se pregunta Murazzo, quien llegó a ser ministro del Interior en el 2005. “Porque es la verdad y merece investigarse”. (AZ).
El Escudo de ColinaEl peculiar distintivo del ‘Escuadrón de la Muerte’.
Cada símbología tiene un significado.Esta semana, los ex agentes del Grupo Colina Julio Chuqui Aguirre, José Alarcón Gonzales, Guillermo Suppo Sánchez, Marcos Flores Albán, ‘Maflo’ y José Tena Jacinto rendirán su testimonio en el proceso oral que se le sigue a Alberto Fujimori en la Dirección de Operaciones Especiales (Diroes).
Chuqui y ‘Maflo’ se acogieron a la Colaboración Eficaz; el resto a la confesión sincera. Como parte de esta colaboración, ‘Maflo’ entregó a las autoridades un escudo que, sostiene, era el distintivo del ‘Escuadrón de la Muerte’.
En el escudo se observa un escorpión con la cola levantada que, según versión de otro ex agente de Colina, representa los orígenes del comando: ‘Escorpio’, un escuadrón que operó clandestinamente desde 1988 hasta inicios de 1991 y que tenía entre sus integrantes a Santiago Martin Rivas.
Otro elemento en el escudo es el Athoq, animal mitológico incaico que representa la astucia y agilidad, y que coincidentemente es un elemento clave del escudo de la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINTE).
Por otro lado, la lámpara significa, según las fuentes consultadas, “la luz que borra las tinieblas que provocan la subversión”. El escudo se completa con las banderas del Perú y del Ejército, y con el lema “Vencer sólo Vencer”.
‘MAFLO’ ERA EL ASISTENTE administrativo de Colina. Como tal, entregó a las autoridades judiciales documentos que prueban que el escuadrón pertenecía orgánicamente a la DINTE y no sólo eso. ‘Maflo’ asegura que en una oportunidad Martin Rivas les dijo que Fujimori, Montesinos y Nicolás Hermoza conocían los hechos y la existencia del grupo.
Otro ex agente que apunta en ese sentido es Julio Chuqui Aguirre, quien contó al Poder Judicial que “en una oportunidad ví a Fujimori ingresar a la habitación de Martin Rivas, en el SIN, para reunirse con Montesinos. Esa reunión era de coordinación para órdenes que iban a ser impartidas para el destacamento Colina. Después, Martin Rivas nos dijo a todos que teníamos pase libre para realizar las acciones porque Fujimori tenía conocimiento y los había autorizado”. La defensa del procesado, por su parte, asegura que los testimonios carecen de fundamento porque son indirectos y “de oídas”.
Los testimonios y documentos incorporados al proceso, en todo caso, confirman que el comandó militar sí existió y operó bajo el amparo de un régimen que subordinó el interés de la nación a un proyecto dictatorial. Un plan autoritario que estimuló la creación de escuadrones de la muerte y evitó los métodos democráticos para luchar contra el terrorismo. (PC).

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