miércoles, 11 de julio de 2007

Salvo la inversión, todo es ilusión


Salvo la inversión, todo es ilusión
Humberto Campodónico.
Hasta noviembre del 2005, 6 meses antes de las elecciones, parecía que en el Perú no habría el movimiento de rechazo hacia las políticas económicas neoliberales que tomó cuerpo en casi todas las elecciones realizadas en América Latina. Sin embargo, la "levantada" de la candidatura de Ollanta Humala, capitalizando el descontento de la población que permanece al margen de los beneficios del crecimiento económico, cambió la situación de manera radical.
La derrota de Lourdes Flores confirmó el descalabro del continuismo político y económico. Para no verse arrastrado por la ola de rechazo, el candidato García entró a la segunda vuelta planteando el "cambio responsable".
Menos de un año después lo que tenemos es un "continuismo irresponsable" (Jürgen Schuldt). Basta con mirar a los ministerios e instituciones claves para que veamos las mismas políticas y, también, las mismas caras. Desde el ministerio de Economía, hasta el óbolo minero, pasando por la firma inmediata del TLC y la no promulgación de la Ley General del Trabajo, todo apunta en la misma dirección.
Quizá se pensó que ganadas las elecciones el descontento volvía a fojas cero. A lo más habría una que otra protesta regional o sindical, lo que no tendría por qué preocupar mucho ya que el partido de Humala se había quebrado en varios pedazos y, también, porque no había elecciones a la vista para centralizar el descontento popular (las regionales son en el 2010 y las presidenciales en el 2011).
Habría, por lo tanto, tiempo suficiente para continuar con el crecimiento económico que comenzó en el 2001, impulsado por la bonanza en los países industrializados y el crecimiento de China e India, lo que garantizaba buenos precios de los minerales que constituyen el 60% de las exportaciones y el 25% de los ingresos fiscales.
Así, el "cambio responsable" parecería haberse convertido en el axioma siguiente: "salvo la inversión, todo es ilusión". El APRA, partido social demócrata que viene de otras raíces, pareciera haberse convertido a la ideología que ha hecho de la inversión, sobre todo privada, un fetiche, una especie de tótem todopoderoso, capaz de resolver cualquier problema con su sola materialización.
Así, frente a cualquier tipo de oposición a algún aspecto de la política económica, la respuesta invariable es: "eso no se puede hacer porque ahuyenta la inversión", que ahora también se conjuga con la frase "si hay protestas no van a venir los turistas", como si los peruanos pobres debieran comportarse como invisibles estatuas de piedra.
El problema central es que la inversión y el crecimiento económico son condición necesaria, pero no suficiente, para la solución de los problemas. El gobierno promociona la entrega de "chequezotes" a las Regiones y gobiernos locales (buena parte les corresponde porque proviene del canon minero y petrolero) con la misma filosofía: si ya tienen el dinero para la inversión, ¿por qué se quejan? El corolario es simple: si se quejan es porque existen "agitadores políticos". En ese contexto, vuelve a instalarse la polarización que caracterizó a las pasadas elecciones.
La cuestión es que no basta con el crecimiento económico que hay ahora, porque sus frutos benefician a muy pocos: según Gerens, la rentabilidad patrimonial este II Trimestre del 2006 llegó al 32% (la más alta en 16 años) pero los salarios están estancados, mientras la pobreza sigue en 50%. Con ello la desigualdad aumenta y no se ve la equidad pues, para muestra un botón, se renuncia a eliminar las exoneraciones tributarias al sector financiero, mientras sí se eliminan para las regiones amazónicas.
La derecha económica azuza al gobierno al enfrentamiento con la población y pareciera que éste, a tenor de las declaraciones de Alan García (ha llamado "comechados" a los maestros), ya se decidió a tomar ese camino, pensando que es hora de cruzar el Rubicón, léase avanzar en la represión y militarización para "acabar" con la protesta. Eso le conviene a la derecha, pero no al país y tampoco al APRA. Como dice La República de ayer martes, se necesita más diálogo. Más diálogo, sí, para un verdadero cambio responsable. ¿Estamos todavía a tiempo?

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