jueves, 11 de octubre de 2007

El idiota de la familia

Hola amigos y compañeros para quienes ya no aguantan mas al inefable Mariatequi el actual directo de Correo aqui les va un articulo que le dedica Hildebrath a este bicho por que eso es lo que es Aldo para quienes lo leemos con algo de Juicio.

Gustave Flaubert aprendió a leer sólo a los siete años. Por eso es que Sartre tituló las casi 4,000 páginas de su biografía flaubertiana como “El idiota de la familia”.

Pero he aquí que el chico atontado por el padre repulsivo es el que construye, muchos años después, “Madame Bovary”, una de las novelas que más se aproximan a la perfección –si por perfección entendemos aquello que posee todo lo que le es necesario–.

En otras latitudes, en otros temas, hay también niños apagados que luego deslumbran y jóvenes que prometen y más tarde tornan en deudores crónicos.

El caso de Aldo Mariátegui es particularmente delicado. Lleva un apellido que significa mucho para el Perú y para la inteligencia latinoamericana y, hasta ahora, ha hecho todo lo posible por ensuciarlo y comprometerlo con la derecha de los Agois, esa banda familiar.

Digamos que si Flaubert fue un niño idiota que más tarde escribió como un genio, nuestro Aldito es un niño genio que terminó escribiendo como un idiota. Y esto que temas de envergadura no le faltan:

–Podría indagar en qué quedó la denuncia de la congresista Anel Townsend y la investigación abierta por la jueza anticorrupción Juana Meza en relación a las sumas de dinero que Gabriel García Pike –contacto de los Agois y Montesinos– le entregó a la empresa que imprime hoy Correo y que en ese entonces publicaba el asquerosamente fujimorista Ojo.

–Podría encargar una investigación que averiguara cómo ha hecho Perú 21 para birlarle un tercio de su lectoría en menos de un año y cómo es que la publicidad ha descendido de 350,000 a 50,000 dólares mensuales.

–Podría –nostálgico, casi lamentando no haber estado en esas correrías–, podría preguntarle, digo, al capitán del ejército (r) Mario Rafael Ruiz Agüero cuántas veces vio entrar a Enrique Agois Banchero a las oficinas del SIN y a la salita fílmica de Montesinos.

–Podría indagar, para su propio bien, cómo es que Epensa, la empresa de la que se sirve, recibió en el año 2006 la suma de 375 mil dólares pagados por la Sunat como concepto de publicidad, a pesar de que Epensa le debe a la Sunat treinta veces más de lo que “receptó” como alivio de caja.

Podría preguntarle a Luis Agois Banchero –un idiota menor de la familia Agois– por qué tuvo que admitir que, en efecto, visitó a Vladimiro Montesinos en la famosa salita color caca –fue en 1999– y, sobre todo, por qué dijo algo que hoy suena más idiota que nunca: “Fui dos veces pero sólo a conocerlo y para hablar de asuntos de coyuntura nacional, como la firma de paz con Ecuador”.

–Tema mayor para salir de la monotonía coprolálica y “liberal” al tanto por ciento sería que este ex chico, empeñado en orinar el árbol genealógico de la familia, buceara en la famosísima agenda de Montesinos y preguntara por qué allí, muy destacadamente y con todas sus direcciones y teléfonos, aparece el nombre de Carlos Manrique Negrón –llamado por la periodista Patricia Caycho, de Caretas en aquel entonces, “el contacto de Montesinos con Epensa”–.

–Para hacer más emocionante este safari por La Chira del fujimorismo a tanto la página, Mariátegui podría mandar a preguntarle al contralmirante Humberto Rozas Bouniccelli (ex jefe formal del SIN) por qué declaró ante taquígrafos, en el 2003, que Gabriel García Pike estaba destacado en el SIN por el ministerio de Relaciones Exteriores “pero todos sabíamos que se reunía con Montesinos en su condición de enlace con Epensa”, la empresa de Correo, la de los milagros tributarios que se multiplican a cambio de bragas que se regalan.

–Temas hay de sobra para el respetable. Está el asunto, por ejemplo, de Miguel Santillana, el columnista que Mariátegui despidió porque se metió con quien le había pagado (a Mariátegui, claro está) una cara consultoría: Hernando de Soto, que no nació en Suiza como alguien presume y que se llama Hernando Soto nomás.

–Otro tema posible es de “La Cofradía”, un club exclusivo al que este amauta de nadie asiste religiosamente. Para definir a “La Cofradía” en relación al guauguau de los Aguá, nadie mejor que Gustavo Gorriti: “Y cuando Aldo Mariátegui mencionó las logias que se protegen entre sí, pensé por un momento que se iba a referir a La Cofradía, ese grupo, al que asiste, de lobiístas, relacionistas públicos de grandes empresas, manejadores de imagen, sachaperiodistas extorsionadores y algunos periodistas, que se juntan en alegre promiscuidad y, entre chistes, chismes, peleíllas y acuerdetes, cartelizan clientes, cotos y protecciones”. Gorriti termina en ese párrafo hablando del “hilo dental cofrade”, frase que –me imagino– debió de enfurecer hasta la pataleta al director de Correo. Quizás reaccionó como cuando Raúl Wiener lo llamó “la otra Chichi”.

En todo caso, hablando del hilo dental del periodismo cofrade, nada más opulento, suntuoso y españolmente culón que lo que hizo hace poco Aldo Mariátegui: viajar a Tailandia con todo pagado –incluidas las distracciones– por la empresa franco-belga Suez Energy, que Alan García mima y protege y a la que le ha prometido, sin concurso alguno, una buena tajada en el proyecto Camisea III. Como lo ha recordado Raúl Wiener a propósito del tema, Suez Energy es el principal generador eléctrico del norte de Chile y tiene intereses concretos en lograr que parte del gas de Camisea colabore en la solución energética de los chilenos.

Un director que se permitiera tamaños manoseos en el hilo dental sería despedido por el indignado directorio de una empresa periodística decente. Pero, claro, no estamos hablando sino de lavadores de sus propias deudas.

Lo más divertido de Aldito Mariátegui es que es más ignorante que Alan García y, sin embargo, es uno de sus más puntuales consejeros.

Lo que pasa es que es un ignorante brioso y locuaz, verborreico y casi flamante en su sanchecerrismo recargado. García lo debe escuchar tan embobado como cuando escucha el sentido común de otros negociantes que le están haciendo creer que no hay opciones y que la derecha de los Agois es sinónimo de globalización.

Es tan ignorante el pobre Aldito que cree que no debe escribirse “finlandés” como gentilicio sino más bien “finés”. Y dice que la Real Academia acepta con las justas el término finlandés y cita a Casares y a Moliner para que crean que él lee a Casares y a Moliner, cuando lo que lee –y de allí viene el fast food cerebral que vierte en Correo– es la rica Wiki, o sea la Wikipedia, el atajo perfecto para fingir que sabes de algo.

No, Aldito, no seas tan bruto (no vaya a ser que hasta los Agois se den cuenta). El Diccionario Panhispánico de Dudas, editado por la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española bajo el auspicio del Instituto Cervantes, dice en su edición del 2005:

“Finés –sa… Como sustantivo masculino designa la lengua que hablan los habitantes de Finlandia. Es, pues, sinónimo de finlandés; no obstante, en el uso suele preferirse la voz finlandés como gentilicio de Finlandia y finés como nombre del idioma que se habla en dicho país…” (Página 296)

¿Entendiste, burro? Finés y finlandés son términos semejantes y

complementarios. No son estrictamente idénticos. Porque, además, finés sería un gentilicio que excedería los confines de Finlandia, ya que alude a territorios más extensos al norte de Europa. Y no es que finlandés esté subvaluado por el DRAE. Si lo hubieras consultado antes de lanzarte por la ñata el antihistamínico que te sobresalta habrías descubierto que en la página 971 del primer tomo de la última edición del DRAE figura lo siguiente:

“Finlandés, sa. Adj. Natural o oriundo de Finlandia. Ú. t. c. s./ 2Perteneciente o relativo a este país de Europa”. Y, claro, en la página del frente también figura finés, con los matices que más o menos se han descrito líneas arriba.

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