domingo, 17 de abril de 2011

Racebook

Por Jorge Bruce

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. El célebre microrrelato de Augusto Monterroso, filoso como un haikú, sintetiza admirablemente la experiencia de miles de peruanos el lunes 11 de abril por la mañana. Si bien para un sector considerable el resultado de la primera vuelta ha sido una angustiante y hasta deprimente decepción, para algunos miembros de las capas privilegiadas ese retorno inopinado del otro aborrecido y temido, que yacía confinado en su lugar alejado, es aterrador. Y ante acontecimientos que introducen tal nivel de incertidumbre y zozobra, las reacciones vienen impregnadas de odio y deseos de muerte: que desaparezca esa amenaza que jaquea mi estilo de vida.

Es en la red social Facebook donde se hallan las evidencias más potentes de estos afectos destructivos, colgadas por internautas asustados por el fantasma de la tortilla volteada:

“sabes una cosa, en que momento se jodió el Perú? En el momento en qe tu naciste… Eres la forma humana d eso qe siempre he odiado “la ignorancia” eres la ignorancia en persona,… sentire una vergüenza inmensa de saber qe el presidente de mi país, es un webon qe no tiene estudios importantes, qe no habla idiomas (…) pero no cantes victoria, prefiero a qe ganes tu a qe gane keiko, asi dentro de un año, kuchinski o toledo te den golpe de estado… y te vallas a la mierdaaaaa!!”

O en una peculiar versión del voto voluntario:

“¡¡Quitémosle el DNI a todos los Serranos  y paguemos su multa!!”

Y ya sin ambages:

“Cholos de porquería deberían morir todos carajo!!!”

¿Qué pasó? ¿No era que el racismo estaba saliendo de la escena nacional gracias al crecimiento económico? ¿La gastronomía no había integrado nuestras papilas gustativas? ¿La cumbia no había derribado las barreras vip?

El racismo, como la bestia de Monterroso, nunca se fue. Solo que no era preciso enarbolarlo de manera ostensible, en la medida que el poder parecía seguro en manos de quiénes, los autores de las líneas transcritas, consideran los garantes de su modelo, no solo económico sino de existencia. El otro estaba bajo control (esta frase se la he escuchado, cambiando “otro” por “esos”, a un gerente de relaciones comunitarias en áreas de explotación minera).

Los flashes del domingo han resquebrajado ese suelo y avivado, en consecuencia, miedos atávicos que combinan el retorno de lo reprimido con el retorno del oprimido. El racismo funciona como un arma de eliminación selectiva, al servicio del clasismo. Por eso ahora las “cruzadas” apuntan, en algunas personas que se expresan en Facebook, predominantemente contra Humala. Sin embargo en el año 90, cuando no existía esa red, ocurrió lo mismo en los medios contra Fujimori padre, a favor de la candidatura de Vargas Llosa.

Pero su “blanco” es análogo: la eliminación del otro segregado en el que deposito los aspectos repudiados de mí mismo. Por ejemplo la ignorancia que reluce en los mensajes citados. Gramatical y social. Sin entender que es ese desconocimiento el que ha producido ese resultado electoral. El enemigo del desarrollo es el Racebook, el libro de la raza superior, no el Facebook, el de los rostros múltiples con igual derecho a manifestarse y elegir.

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