La tendencia dominante en la última década en América Latina ha sido el giro a la izquierda de una docena de gobiernos en la región. Como ya ha sucedido otras veces con procesos anteriores, el Perú no se suma todavía a esta tendencia, a pesar de los resultados electorales de 2006 cuando un 47% apoyó una posición de cambio y buena parte del voto por Alan García también.
Por el contrario, el gobierno aprista nos mantiene aislados, en el pasado neoliberal, tratando de establecer un eje pro yanqui con los gobiernos conservadores de Colombia y México.El giro a la izquierda no es, sin embargo, un proceso homogéneo. En lo que a América del Sur respecta, existen gobiernos de izquierda democrática, como Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay, que han fortalecido la presencia del Estado y de lo público en sus sociedades, han recuperado los derechos sociales arrebatados a los trabajadores, fortalecen políticas sociales de lucha contra la pobreza y buscan una mayor autonomía de los Estados Unidos. Entre ellos, Brasil y Chile han desarrollado políticas progresistas aún sin modificar sustancialmente el modelo económico liberal de sus economías.Pero hay otros también, como es el caso de Hugo Chávez en Venezuela, que se empeña por seguir el camino de una izquierda autoritaria, no respeta el pluralismo político y se embarca en un proceso de nacionalizaciones desfasado en el tiempo, que ya ha fracasado en otros momentos y latitudes. A la par, insiste en una retórica de provocaciones contra los Estados Unidos y sus vecinos derechistas que no ayudan sino más bien perjudican el asentamiento de la tendencia progresista dominante. En este escenario Bolivia y Ecuador, también liderados por gobiernos de izquierda, si bien aparecen más cerca de Chávez al compartir algunas de sus iniciativas en la región, tienen sus propias particularidades nacionales, desarrollando procesos que están acompañados por importantes movimientos sociales y el respeto por las libertades fundamentales. Las graves equivocaciones de la izquierda autoritaria vienen siendo aprovechadas por los gobiernos derechistas y su aliado del norte para establecer una contraofensiva que les permita recuperar posiciones en la región. El primer acto de esta ofensiva fue el bombardeo de una base de las FARC por el gobierno colombiano en territorio ecuatoriano sin previo aviso al gobierno de ese país, luego ha seguido el golpe derechista contra el gobierno democrático de Honduras que continúa impune y finalmente el tratado de “uso” de siete bases militares colombianas por las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos. La prepotencia reaccionaria muestra hoy sus garras en América Latina en abierto desafío al giro a la izquierda y dispuesta a cambiar los malos tiempos vividos en estos años de crisis de las políticas neoliberales.Urge una respuesta de los gobiernos y de los pueblos de América Latina contra esta derecha que quiere recuperar las posiciones que ha perdido con la crisis del modelo neoliberal. De allí la importancia de la reunión de UNASUR en días pasados. Si bien este encuentro no llegó tan lejos como hubiéramos deseado, rechazando el uso de las siete bases militares colombianas por los Estados Unidos, sí establece límites a la presencia militar extraña a la región en algún país de la misma y señala la necesidad de establecer criterios para que sucesos como el ocurrido no amenacen la soberanía y seguridad de otras naciones en el subcontinente. Sin embargo, es al mismo tiempo importante señalar que este tipo de situaciones deben afrontarse por la vía del diálogo, fortaleciendo la cooperación multilateral, que es la que no le interesa a los Estados Unidos, y no por la vía del insulto y la provocación entre jefes de Estado que a lo único que lleva es a que “a río revuelto” gane el poder militar de los más fuertes que ya tiene hoy la desvergüenza de mostrarse en nuestras narices
Por el contrario, el gobierno aprista nos mantiene aislados, en el pasado neoliberal, tratando de establecer un eje pro yanqui con los gobiernos conservadores de Colombia y México.El giro a la izquierda no es, sin embargo, un proceso homogéneo. En lo que a América del Sur respecta, existen gobiernos de izquierda democrática, como Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay, que han fortalecido la presencia del Estado y de lo público en sus sociedades, han recuperado los derechos sociales arrebatados a los trabajadores, fortalecen políticas sociales de lucha contra la pobreza y buscan una mayor autonomía de los Estados Unidos. Entre ellos, Brasil y Chile han desarrollado políticas progresistas aún sin modificar sustancialmente el modelo económico liberal de sus economías.Pero hay otros también, como es el caso de Hugo Chávez en Venezuela, que se empeña por seguir el camino de una izquierda autoritaria, no respeta el pluralismo político y se embarca en un proceso de nacionalizaciones desfasado en el tiempo, que ya ha fracasado en otros momentos y latitudes. A la par, insiste en una retórica de provocaciones contra los Estados Unidos y sus vecinos derechistas que no ayudan sino más bien perjudican el asentamiento de la tendencia progresista dominante. En este escenario Bolivia y Ecuador, también liderados por gobiernos de izquierda, si bien aparecen más cerca de Chávez al compartir algunas de sus iniciativas en la región, tienen sus propias particularidades nacionales, desarrollando procesos que están acompañados por importantes movimientos sociales y el respeto por las libertades fundamentales. Las graves equivocaciones de la izquierda autoritaria vienen siendo aprovechadas por los gobiernos derechistas y su aliado del norte para establecer una contraofensiva que les permita recuperar posiciones en la región. El primer acto de esta ofensiva fue el bombardeo de una base de las FARC por el gobierno colombiano en territorio ecuatoriano sin previo aviso al gobierno de ese país, luego ha seguido el golpe derechista contra el gobierno democrático de Honduras que continúa impune y finalmente el tratado de “uso” de siete bases militares colombianas por las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos. La prepotencia reaccionaria muestra hoy sus garras en América Latina en abierto desafío al giro a la izquierda y dispuesta a cambiar los malos tiempos vividos en estos años de crisis de las políticas neoliberales.Urge una respuesta de los gobiernos y de los pueblos de América Latina contra esta derecha que quiere recuperar las posiciones que ha perdido con la crisis del modelo neoliberal. De allí la importancia de la reunión de UNASUR en días pasados. Si bien este encuentro no llegó tan lejos como hubiéramos deseado, rechazando el uso de las siete bases militares colombianas por los Estados Unidos, sí establece límites a la presencia militar extraña a la región en algún país de la misma y señala la necesidad de establecer criterios para que sucesos como el ocurrido no amenacen la soberanía y seguridad de otras naciones en el subcontinente. Sin embargo, es al mismo tiempo importante señalar que este tipo de situaciones deben afrontarse por la vía del diálogo, fortaleciendo la cooperación multilateral, que es la que no le interesa a los Estados Unidos, y no por la vía del insulto y la provocación entre jefes de Estado que a lo único que lleva es a que “a río revuelto” gane el poder militar de los más fuertes que ya tiene hoy la desvergüenza de mostrarse en nuestras narices
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