domingo, 15 de mayo de 2011

La sinrazón de Rospigliosi

Por Luis Pásara

En una segunda vuelta la mayor parte del electorado vota en contra del candidato que estima peor. En la decisión acerca de por quién votar concurren en el elector razones y argumentos, pero también prejuicios, miedos, odios e incluso fobias; esto es, factores irracionales que, como en la vida, resultan inevitables.

En el caso peruano, de prejuicios, odios y fobias tenemos hoy abundancia, tanto en los medios de comunicación como en las redes de Internet. En éstas sobresale el racismo de una manera que provoca vergüenza nacional también en quienes vivimos fuera.

De los analistas uno espera algo distinto. No digo imparcialidad, que sería mucho pedir. Pero sí un análisis basado en hechos y datos ciertos, que oriente a quien lee o escucha para estar mejor enterado y formar así su criterio.


Muchos de quienes fungen de analistas hoy están entregados a una causa porque ellos mismos o el medio en el que trabajan ha sido alquilado a un candidato. Sabemos quiénes son. Ciertamente, Fernando Rospigliosi no pertenece a ese grupo despreciable y por eso es que la posición que ha adoptado en esta fase de la campaña electoral sorprende a quienes, como yo, lo apreciamos.

Ha dedicado sus espacios periodísticos a criticar acerbamente a Ollanta Humala. Razones tiene y, aunque uno pueda discrepar de la manera de pesarlas, están referidas a hechos que, en efecto, conducen a preguntas o alimentan dudas.



Se puede entender que sobre la base de tales cuestionamientos Rospigliosi, como cualquier otro, se niegue a votar por Humala. Lo que no puede entenderse es que, como colofón de las objeciones a Humala, Fernando Rospigliosi abra el camino para votar por Keiko Fujimori, como ha hecho en este diario el domingo pasado. Allí empieza su sinrazón.



Sus argumentos principales son tres. El primero es que Montesinos está preso y no será indultado porque “es políticamente imposible”. Parecería que la dictadura de Alberto Fujimori se explica solo por la presencia de Montesinos, argumento original de Juan Luis Cipriani, que en la campaña ha hecho suyo la que fuera “primera dama” del dictador. Pero, en cualquier caso, ¿por qué no es “políticamente imposible” hoy que Humala se convierta en un Chávez, como teme Rospigliosi?



El segundo argumento es que el analista no cree “que Keiko Fujimori quiera hacer lo que hizo su padre”. No sé qué quiera hacer la candidata pero sí le he escuchado repetir que el de su padre ha sido el mejor gobierno que ha tenido el país. Y algunos de sus adláteres sostienen que el dictador salvó al Perú del abismo, que lo ha puesto en el camino del primer mundo, etc. ¿No es suficiente?



El tercer argumento a favor de Keiko es que “en su entorno hay gente honesta y capaz”. Cómo entenderlo si, aparte de los 78 judicialmente condenados del régimen que, claro está, no pueden aparecer “algunos porque están presos”, alrededor de la candidata figuran los mismos que sirvieron a la dictadura, desde la amenazante Martha Chávez hasta Hernando de Soto.



Ninguno de los tres argumentos es digno de la inteligencia que Rospigliosi ha mostrado en múltiples trabajos y numerosísimas columnas de opinión.



Del analista se espera ecuanimidad. Es una expectativa exigente en una circunstancia en la que muchos escribidores alquilados cobran por infundir miedo de modo desvergonzado. Pero cuando el analista no da razones o pretende tener argumentos que son insostenibles, pierde credibilidad. En ese riesgo se halla Fernando Rospigliosi. Un riesgo alto porque mantener credibilidad es su única base de legitimidad para ejercer como analista.

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