jueves, 8 de enero de 2009

¿Qué destino próximo nos aguarda?



Por Mirko Lauer
Los gobiernos sobre todo suelen anunciar formidables futuros, que luego circunstancias adversas desdibujan. Cambios mundiales que se convierten en dramas nacionales. Hay mil palabras para esto: fuerza mayor, factor impredecible, mala suerte, conspiración antipatriótica, enjuague plutocrático, y así sucesivamente.
Destino zigzagueante el peruano entre esperanza y decepción. Pero también hay elementos de continuidad que se parecen al destino: los últimos ocho años de gran crecimiento, o que el próximo año se cumpla 30 años sin un gobierno militar propiamente dicho, o que pobreza e injusticia sean segunda naturaleza de lo peruano en la historia.
¿Dónde estamos ahora? Uno de los caminos, el más publicitado, lleva a una superación de los inminentes problemas económicos. No sabemos qué hay del otro lado de la crisis, pero podemos imaginar: con el tiempo superamos a Chile, una acumulación de mejoras convence a los dos tercios informales del país, reduciendo así la carga de defender lo ganado.
Un destino vaticinado al que no le falta publicidad es que la crisis avanza hasta niveles de horror/1929. El electorado vuelve a virar hacia simpatías autoritarias, izquierdistas o nostálgicas, o incluso hacia alguna aventura fascista. En cierto modo en este destino el Perú vuelve a parecerse a sí mismo, a su imagen histórica.
Otro posible destino, más susurrado que voceado, es que una próxima elección nos meta, algo tardíamente, a la órbita del chavismo. Este sería inevitablemente un escenario de conflictos, producidos por intentos de redibujar el rostro social y político del país. Digamos un Perú boliviano, o un Perú ecuatoriano.
¿Hay más destinos? Muchos. Está, por lo pronto, el ejercicio teleológico (que explica las cosas por sus fines o propósitos) de Jorge Basadre: una promesa colectiva a futuro, y la unidad necesaria para que ella se cumpla. Su libro sobre estos temas ya tiene más de medio siglo; con altos y bajos la vigencia del planteamiento se ha mantenido.
Pero los destinos próximos, digamos a 10 o 20 años, son otra cosa. Por lo pronto es evidente que hay en el Perú varios destinos en pugna por realizarse, que son los que hacen de la política una permanente descalificación del discrepante. Luego están las hipotecas con el pasado, que llevan a confundir destino con ajuste de cuentas.
¿A quiénes se les están yendo los destinos de las manos? Hasta hace muy poco parecía que el destino del país estaba casi exclusivamente en manos de la inversión privada. Ahora parece estar cada vez más en manos del Estado peruano, aunque este todavía no quiera darse por aludido. La ciudadanía va a tener que esperar las próximas elecciones, 2010, 2011.

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