domingo, 25 de abril de 2010

“Cuestiono la pose del intelectual puro”

El ganador del Premio Novela Inédita 2008 del Ministerio de Cultura de Colombia llegó la semana pasada a Lima para presentar su galardonado libro “Disturbio”, un relato ácido e irónico sobre las aventuras de un grupo de estudiantes de literatura de una universidad pública de Bogotá. La farsa del intelectualismo y ldespolitización de la violencia juvenil son algunos de los temas aludidos en la obra. Aquí el escritor despotrica contra la educación literaria formal, se presenta como un marginal de las letras y certifica la muerte de los rezagos del Boom latinoamericano de García Márquez.

Por Ghiovani Hinojosa

¿Por qué hay tanta pose intelectual en las facultades de letras de nuestras universidades latinoamericanas?

–En nuestras facultades de letras se construye una idea de lo que es la cultura desde la élite, se estudian los autores que han sido consagrados por la crítica, los sacerdotes del canon literario. Pero la formación lectora de muchos estudiantes de la clase media no se fundamenta en estos referentes sagrados, sino en cómics, bestsellers y otro tipo de obras de cultura popular. Manuel Martínez, el protagonista de “Disturbio”, llega a una clase de letras de la Universidad Nacional de Colombia cargado de libros del escritor estadounidense Stephen King y otras novelas de consumo e inmediatamente es rechazado por esta especie de templo inmaculado de la literatura. Allí donde se piensa que solamente Marcel Proust, James Joyce y Thomas Mann son los únicos que pueden ser leídos y enseñan a escribir.

–Los profesores y alumnos que siguen devotamente a los sacerdotes del canon literario suelen escudarse en modales refinados, apariencias físicas estilizadas y palabras complicadas. ¿Todo esto no es una farsa?



–En mi libro hago una clasificación arbitraria de tres tipos de estudiantes de literatura: los intelectuales, muchos de los cuales usan barba a lo Che Guevara o pelo largo al estilo Andrés Caicedo, y son excluyentes y elitistas; los vagos, que no asisten a las clases aburridas, que son la mayoría, y llevan puesta ropa barata y sin planchar; y los innombrables, una minoría de alumnos feos, pobres y mal alimentados que subsisten porque pasan de agache o venden lástima a los profesores. Todos se educan en el canon literario, y es probable que rechacen inconscientemente cosas que pueden llegar a divertirlos, como las telenovelas.

–Claro, un pasaje elocuente de “Disturbio” describe a una mujer intelectual viendo una telenovela junto a su pareja que, cuando responde una llamada teléfonica, dice que está leyendo a Homero. Cuando él le recrimina la mentira, ella responde: “No entenderían nuestra posición sobre el melodrama”.

–El intelectual puro, esa imagen que tenemos de alguien tipo Woody Allen, de gafas, muy alemán, no existe; es que el intelectual puro no puede ver telenovelas, no puede comer pizzas, no puede entretenerse con “La guerra de las galaxias”, no puede leer a Stephen King. Yo cuestiono esto: a mí me parece que detrás de esta figura ideal hay muchas poses, mucho autoengaño. No estoy de acuerdo con la noción de la cultura como un edificio de tres pisos.

–¿En qué consiste esta noción?

–En que en el tercer piso está la alta cultura, los productos europeos, los artistas originales que producen una única obra; en el segundo piso, los medios de comunicación, la cultura industrial, los Estados Unidos, Henry Ford, las hamburguesas, las camisetas, los cómics, los bestsellers; y en el primer piso, la cultura popular, el folclor, lo autóctono.

–Pero, ¿los referentes de la literatura clásica no ayudan a salvaguardar la narrativa y la poesía de todos los tiempos?

–El indicador de lectura en mi país es de aproximadamente dos libros al año; en el Perú, según me cuentan, es de 0.9 libros al año.

En estas condiciones no se puede ser irresponsable y exigir a los estudiantes que solo lean ciertas cosas cuando podrían formarse en términos literarios con libros que les gusten. Las élites siempre han tenido el prejuicio apocalíptico de que si leo bestsellers me quedo sin tiempo para leer la literatura más elevada. Lo importante es leer, la gente común busca buenas historias. No olvidemos que el escritor mexicano Gabriel Zaid demostró en su libro “Los demasiados libros” que no podemos llegar a ser todo los cultos que quisiéramos por el tamaño casi infinito de la producción editorial mundial.

El desamor, móvil político

–La mamá de Manuel Martínez, el protagonista de la novela, es una comunista que lo obligó a deglutir desde pequeño “El capital” de Marx, y que “prefirió organizar mítines y reuniones con gente del Partido antes que limpiar la cocina”. Se podría hacer una analogía entre ella y Sendero Luminoso, la organización terrorista peruana que realizó en nuestras universidades públicas un fuerte adoctrinamiento político.

–Manuel piensa que su mamá es un vieja fracasada, nosotros creemos que un discurso obsoleto se debe adecuar a un mundo cambiante. Estamos mamados, cansados, de lo político, de los sectarismos. El disturbio que aparece en la novela –una explosión en el auditorio de la facultad– está supuestamente fundamentado en razones ideológicas, pero en realidad tiene motivaciones emocionales.

El personaje está herido de amor y quiere destruirlo todo; no es la ideología la que lo lleva a organizar la revuelta, sino su orfandad de afecto.

–Pero, por un lado, está bien que los universitarios se comprometan con la transformación social, ¿no cree?

–Todos los estudiantes tienen el deber de participar en el cambio del país, pero en el caso de los de literatura –como está ambientado en “Disturbio”– esto se hace complicado. Y es que esta especialidad juega con el lenguaje, la imaginación; en realidad, la literatura no tiene compromisos sino solo con ella misma.

Novela sin patria

–La literatura latinoamericana contemporánea tiene un planteamiento muy distinto al del Boom de los 60, de carácter regionalista e integrador. Los jóvenes nacidos a partir de esa década no tenemos el alma nacionalista, cada quien va por su lado, escribe lo que puede, lo que quiere. El chileno Roberto Bolaño, tras nutrirse de toda la tradición novelística de la región, fue el último que quiso hacer libros en los que cupiera todo, obras totales. Hoy puedes escribir aquí en Lima sobre China, estando en cualquier parte no estás en ningún lugar; la literatura no tiene hoy nacionalidad. Enrique Serrano, un famoso novelista colombiano de mi generación, escribió el 2003 “Tamerlan”, una novela que relata las peripecias de Timur Leng, un mítico conquistador de Asia Central del siglo XIV. Esta historia no tiene nada que ver con nuestro país, sino con la historia de la humanidad.

–Sospecho que sus mentores literarios son inusuales.

–Ya no hay maestros tradicionales: libros como “La vorágine”, de José Eustasio Rivera, o “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez, no son hoy hitos que hay que completar necesariamente. David Lodge, un fino escritor inglés, puede enseñarme muchísimo. De hecho, escribí “Disturbio” tratando de hacer una relectura de su novela “El mundo es un pañuelo”.

–Una crítica literaria de su país ha dicho que su libro “inaugura un importante capítulo en la novela de campus colombiana”, en tanto aborda la vida universitaria de un grupo de estudiantes.

–Es cierto, sigo la línea de libros como “Pnin”, del ruso Vladimir Nabokov, “La mancha humana”, del estadounidense Philip Roth, y “Desgracia”, del sudafricano J. M. Coetzee. Todos ellos retrataron las complicaciones de estudiar en una universidad. A propósito, le hago una confesión: yo pensaba que estudiar literatura me iba a ayudar mucho a formarme como escritor, pero fue todo lo contrario: la facultad casi se opuso a que sea novelista y me obligó a ser crítico literario. Si alguien quiere escribir novelas o poemas, no piense en la universidad; los libros están en las bibliotecas.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

NO AL RETROCESO DE LA POLÍTICA DE EDUCACIÓN INTERCULTURAL BILINGÜE

“Desde el gobierno de Sagasti venimos arrastrando recortes presupuestales a la Política de EIB, que tiene impacto directo en la formación y ...