sábado, 21 de noviembre de 2009

El SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO y los jóvenes

Por Alberto Adrianzén M.

Hace unos días un grupo de alcaldes de Lima, acompañados por el ministro del Interior, pidieron entusiastamente el regreso del Servicio Militar Obligatorio (SMO) y del curso de Instrucción Premilitar (IPM) en los colegios, como una solución al tema de las pandillas y de las barras bravas.

Llama la atención esta forma autoritaria de entender los fenómenos sociales. Lo que se busca es contener y disciplinar antes que solucionar los problemas. Además, la idea de que sólo en los cuarteles uno aprende lo que es disciplina y el sentido de patria es, sinceramente, falsa. Sería bueno preguntarle a Vladimiro Montesinos si eso fue lo que aprendió en los cuarteles o al general Malca, hasta ahora prófugo de la justicia y millonario, o a los llamados generales gasolineros, para llegar a la conclusión que dicha propuesta no resiste el menor análisis. Y es que en verdad lo que está detrás de ella es una visión profundamente autoritaria y machista que se resume en que la “letra con sangre entra”. Es esta idea absurda de que los jóvenes aprenden a ser “hombres” en sistemas o instituciones verticales, que alientan, muchas veces, la humillación y hasta el castigo físico como sucede, lamentablemente, en los cuarteles de nuestro país.

Se olvidan estos alcaldes y el ministro que el llamado SMO ha sido en el Perú profundamente discriminador. Fueron los hijos de las clases populares los únicos que hicieron este servicio y no los de las clases altas y medias. No es extraño en este contexto, donde se denigra a los que no saben leer o no tienen estudios escolares completos, que el alcalde de Los Olivos, proponga que aquellos que entran al SMO bien pueden servir para construir caminos y carreteras. Un poco más y nos plantea la abusiva ley de conscripción vial de la época de Leguía (conocida como la ley de Servicio Obligatorio de Construcción de Caminos) que tanto dolor y tragedia causó, sobre todo, en la población indígena. Es simplemente buscar mano de obra gratuita. Además, el SMO debido a la modernización y a la alta profesionalización de las Fuerzas Armadas, es un arcaísmo, por no decir un estorbo. Nuestras FFAA no pueden ser un reformatorio para jóvenes con problemas de conducta, menos una sucursal de Maranga.

Y sobre el curso de IPM (el autor de este artículo lo llevó por años en el colegio) es mejor ni comentar. ¿Alguien se acuerda de lo que aprendió? ¿alguien puede decir que le sirvió para algo? Mi único recuerdo fue la famosa práctica de tiro en el Rímac con unos viejos fusiles Mauser que le podían romper a uno la clavícula. Por otro lado, el amor y el respeto a la patria, y a nuestros héroes, dudo mucho que se aprenda con el regreso de este curso. Sospecho que hasta podría ocurrir lo contrario.

Por último, llama la atención que se piense que los únicos que pueden “disciplinar” a la población son los militares. Ello demuestra la persistencia, en el imaginario de alguna gente, de las FFAA, al igual que la Iglesia, como instituciones tutelares de la patria. Concepto no sólo arcaico sino peligrosamente autoritario y conservador.

Por eso el tema de las pandillas y las barras bravas no pasa por acuartelar a los jóvenes, menos aún por llevar el curso de IPM. Pasa más bien porque todos los sectores involucrados (Estado, municipios, policías, clubes deportivos, etc.) simplemente trabajen. El reciente y triste espectáculo en el club Alianza Lima es la mejor demostración de que el espíritu lumpenesco de las barras bravas también está presente en la propia dirigencia.

Cuando los jóvenes no tienen trabajo, cuando viven en familias desestructuradas, marginales y pobres, sobrevivientes de la desigualdad, como hoy sucede, las pandillas y las barras bravas no solo existirán sino que, incluso, aumentarán.

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