martes, 24 de noviembre de 2009

La educación y los hipócritas

Por Nicolás Lynch

Ha terminado el CADE 47 y esta reunión empresarial entre sus conclusiones ha resaltado la importancia de una mejora de la educación para que el país alcance el desarrollo. No nos han dicho, al menos hasta donde han informado los diarios, cómo es que esto se debe producir. De un tiempo a esta parte son varios los sectores de la vida nacional que se suman, al menos declarativamente, a la preocupación existente porque la educación mejore. Y eso está muy bien.

Sin embargo, el tema educativo no es un asunto desamparado en el debate nacional. Existe desde el 2005 un Proyecto Educativo Nacional (PEN), elaborado por el Consejo Nacional de Educación, que se supone es política, casi desde su inicio, de este gobierno.

Existe, desde el año 2002, el compromiso adoptado en el AN de duplicar el presupuesto educativo como porcentaje del PBI, del 3 al 6% en 10 años. Asimismo, en la campaña electoral 2006 al menos dos partidos señalaron el costo anual del PEN en 25 mil millones de soles. Estamos a fines del 2009 y todo sigue igual. El PEN a nadie le interesa en el gobierno, la meta del AN ha ido como el cangrejo y ahora estamos en el 2.9% y el presupuesto del sector educación está en algo más de 12 mil millones de soles: la mitad de lo que se necesita.

¿Qué han dicho los empresarios del PEN? Parece que nada. ¿Y de la plata que se necesita para implementarlo? Menos todavía. Les debe aterrar hablar del presupuesto para educación porque acto seguido tendrían que mirarse el bolsillo y poner lo que les toca sobre la mesa. No, no estoy hablando de óbolos o caridades como le gusta a Alan García sino de la recaudación tributaria indispensable para poder llevar adelante una reforma educativa de verdad. Aquí solo se podrá pasar del 3 al 6% del PBI como presupuesto educativo si es que se produce una reforma tributaria democrática, que privilegie los impuestos directos y en especial eleve el impuesto a la renta de los que más ganan, a la par que elimine las exoneraciones de las que goza el gran capital y que hasta ahora son intocables. Esto debe permitir subir la presión tributaria para poder financiar la reforma señalada.

¿Qué nos dicen los empresarios de todo esto? Prefieren callar en siete idiomas porque la solución de fondo no les interesa. Mejor es deleitar sus oídos con algunos oradores privatistas que les van a repetir lo que les gusta y que la educación pública siga igual

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